sábado, febrero 20, 2016

Un sombrero cargado de nieve. Cristina Losada


A Cristina Losada la descubrí en la televisión de Libertad Digital, creo. Me llamó la atención que habiendo militado en la clandestinidad contra el franquismo, se conservara aún joven y atractiva. Podías verla de joven, de cría. También que hubiera militado en la LCR, Liga Comunista Revolucionaria, trotskista. O sea, que había sido antifranquista de verdad. ¡Hombre!

En televisión tenía encanto y mucho interés, pero no tanto como con sus artículos. Cuando entro en Libertad Digital siempre la busco para leerla. Sus puntos de vista son muy personales y de mucha solidez, a lo que le acompaña lo bien que escribe. Además, se adivinaba tras su cosmopolitismo un conocimiento claro de política internacional e historia contemporánea, que la sacaban de España. Había vivido fuera.
Mi hijo la sigue desde Washington en El Búho que creo es un programa de radio que lo escucha por Internet. Un día me contó alegre que ella le seguía por Twitter.
Aparte de leerla en prensa digital, leí "Por qué dejé de ser de izquierdas", un libro coral en la que están buena parte de la gente que admiro. Cristina tiene la web Heterodoxias
Cuando supe de su libro sobre sus viajes por el mundo -lo hizo durante 7 años por Asía, África y América, con escalas en Berlín, Basilea y Ginebra-, lo reservé. Poco antes me había enterado de esa época de su vida, y así el personaje me encajaba más. Ya sabía que Losada no era cualquiera.
El libro que lo voy devorando es sorprendente por varias cosas. De entrada utiliza el "pronombre personal" masculino indefinido, no dice "Una", sino "Uno", por ejemplo. Apenas hace consideraciones políticas o sociológicas, que es en lo que se licenció, sino que en todo momento, está claro, que se trata de una huida personal, por lo que no se encuentra en ninguna misión distinta que su propio rumbo a nada con finalidad, ni siquiera al Sáhara, que no sea su nomadeo.  Lo que le permite incluso descubrir el dulce far niente. No busca nada concreto, pero encuentra. Vagabundea por el mundo.
Es una mujer valiente hasta la temeridad, fuerte, obstinada. Por ejemplo cruzaba peligrosas fronteras con sus ocasionales compañeros, sin pagar el peaje de aduaneros y soldados. Podía acampar en la misma frontera para ver quien se cansaba antes.
Una mujer que es tan resolutiva y echada p´lante como un osado aventurero  y llega donde llegan ellos, sin embargo el libro rezuma feminidad con una sutileza constante. Su psicología en todo momento es la de una mujer, haga lo que haga: beba, juegue al billar con hombres, aprenda de motores, suba montes sola... Sus apuestas son siempre con ella, no hay asomo de rivalidades, éxitos y actitudes masculinas. No es su problema, menos entonces las homilías de género. 
Ya digo que su aventura vital es su propósito, huye tras la aventura política de la clandestinidad, de una vida que se anuncia como una gran continuum, en la que los días serán todos iguales. Perspectiva que le repele, trabaja en un periódico de redactora, que tampoco le gusta.
No obstante, no se rebela contra  los límites de la vida sino que trata de alcanzarlos y conocerlos. Ella se siente nómada, pero no es una mística, ni una idealista, ni tiene un propósito. Llega a decir que no pretende conocerse como desconocerse, que al parecer también resulta imposible. Deja sin finalidad el anhelo presunto de estos viajes, como gran iniciación para el auto conocimiento y "gran cambio". No tiene ni la más mínima veleidad mística  Lo desconocido no aparece como algo de extraordinaria  profundidad, sino con lo que uno se topa es  con lo enorme del mundo. Otra vez los límites. Otros límites.
Es interesante cuando cuenta el poco caso -lo muy personal no se entiende- que le hacen en España de todas las cosas que tendría que contar, y describe muy bien su relación con España, su casa, y el mundo. Ésta politóloga  ex-trotskista y  anti-estalinista, nos describirá en muy pocas páginas,  a través de su viaje en el transiberiano,  la realidad inapelable del régimen soviético, sin para ello  tener que hablar de política.
Uno se queda con ganas de que cuenta su vida sedentaria, tras la fase nómada.
De su fase revolucionaria, una pequeña parte, la conocí en una semblanza que hizo de José María Mendiluce, tras su muerte reciente, cuando los dos eran miembros del Comité local de la LCR en Madrid.
El viaje resultó inútil pero bello, nos resume. ¿Hay mejor experiencia que la de la gratuidad de la belleza... y la vida?   




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