domingo, febrero 28, 2016

Mi cartera/ tu enemigo



Ayer, aparte de estar cabreado por la pérdida de mi cartera -nunca me había pasado-, tenía un poco de amargura, no por la borrachera que siempre me ha gustado, sino por su proporción, ya que creía que me había tomado sólo 2 gintonic; que Sausalito haya dicho que fueron 3 ó 4, elimina esa brizna de desasosiego que me reconcomía. No soy tan mariconazo como el homófobo femenino.

Sé que subí en taxi, me preguntó XY, si joven o viejo, que ni idea "aunque supongo que no pararía de hablar". "No sé ni por dónde me trajo. Creo recordar que le pagué, y que fui dando bandazos de las paredes a los coches, que me encauzaban cuesta arriba".
Me despertó XY en el sofá a las 12 para que me fuera a la cama. Me desperté a las 4 y me bebí más de una botella de jugosito de litro y medio. Y ya no me pude dormir, cuando amaneció me levanté. He dormido 4 horas y estoy muy bien para la borrachera que pillé. Te quedaste dormido a las 10:30. Ah, algo era ello.
-¿Te acuerdas de que te abriste una botella de vino para cenar?
-Pues que bien me conservo.
Al rato veo mis útiles del viernes que están desplegados por la mesa. Cuando me asalta una duda ¿lo tengo todo? Tengo el reloj roto, luego no pude traerlo en la muñeca, el periódico que no leo, la mochila con todos sus libros, la chaqueta militar, el móvil, llaves y descubro que me falta la cartera.
Por qué dudo si me falta algo. Cuando nunca lo he hecho, y por qué tengo solo la escena del momento de pagar la carrera, tenue luz en la total opacidad. A ver si con el sofrito alcohólico, me indispuse con el taxista y le tiré la cartera indicándole, sobrado de desprecio, que era de Bilbao. Creo haberlo  hecho pero con devolución. No preciso de grandes tesis y argumentos para mis acciones más notables. He hecho cosas similares con mucho menos alcohol.
Tenía hasta las monedas, o igual era un taxista atracador y me robó. Ayer me llevó XY a la cooperativa de taxis, fui pelota de ping-pong, puede  que  me tengan grabado. A la policía local y a la nacional.
No anduve de garitos ni en ambientes lumpen, sino con cautos y prudentes juriconsultos en el Casino, donde un camarero agradeció la presencia de comensales como yo. Por mi simpatía, también por mi consumo supongo.
Lo que no me perdono es la torpeza de coger un taxi, nada de eso me hubiera ocurrido de coger mi coche, lo tenía lejos. Si bebes nunca cojas un taxi. Sé autosuficiente,



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