miércoles, febrero 17, 2016

No he escrito un libro sino "el Libro". Acoso de USO Canarias

Acoso de USO Canarias, no es el título, sino  acontecer

La causticidad, la sátira, burla, por supuesto ironía, no deben ser los cimientos, pilares o paredes de un libro, sino algo atinente a la superficie y el color, ornamental, suave, que salte en el lugar más inesperado. Ha de ser repentino y furtivo. Como el que en una conversación de varios, suelta una pincelada al final que sorprende por el ingenio.

Puedes hacer análisis despiadados, que pareciera inconcebible la misericordia y la piedad, pero para que el sarcasmo tenga efectos ha de ser liviano, como no convocado, sino infiltrado sin permiso. Como un duende que aparece en la rama de un árbol y te tira  una manzana a dar, mientras ríe estentóreamente.

Según mi hermano es el libro más profundo que he escrito, ha debido  ser como un alud, porque he sorteado toda la puntuación. ¡Qué trabajo!

Como la actividad de estos días era tan absorbente, que me daba para poner maldades, expresiones simpáticas por su causticidad, con la misma premura, delicadeza y gratuidad que un pajarito se posa en una rama, para remontar de inmediato el vuelo. Me han salido varias, como quien no quiere la cosa.
Los grandes cronistas de las mansiones de los señores, son siempre el servicio. El servicio de los sindicatos y el laboralismo, creo que en el mundo, he sido yo. La visión adquiere una amplitud y diafanidad únicas. Jamás podrá haber un libro sobre el sindicalismo y laboralismo, como el que he escrito. He tenido que cultivar durante décadas la humildad, la prudencia y la lejanía para sobrevivir; los/as soberbios/as, se iban, aun siendo muy parecidos.
En otro orden de cosas. Hay dos personajes de la foto en los que nos detendremos. Mi hermano y el señor mayor que viste en exceso juvenil.
Conozco a gente que no tiene ni idea de lo que es el estilo. Mi hermano muestra en la foto un estilo exquisito, es como una encarnación en mármol del Renacimiento, un fragmento de Schubert, un capítulo de Moliere, un chelo de Salzburgo. Nobleza, cultura, finura, espiritualidad.
Al lado de él, un señor ya mayor. Viste extraordinariamente juvenil, incluso porta un sudadera de NYC y una chaqueta militar y al parecer unos vaqueros. No se pueden acumular más signos de rebelión. Demasiado informal, y aun parece fuerte. Se ve que es alguien mundano, de la noche, ¿de los bajos fondos?, que mira a un punto fijo dolosamente.
Un tipo así es para desconfiar, si por un momento pensáramos que tiene una profesión muy exigente, de un ethos muy definido, debemos conjeturar que se trata de una rareza y que tras ese rol social o profesional, se asoma un espíritu iconoclasta, rupturista, disidente y hasta herético. Menos aún, pacífico. Se ve que no tiene un pasado limpio, que sus opciones no se reducen a una determinada faceta, sino que seguramente dispone de más. Puede intuirse, además de su lejanía de protocolos rigurosos, cierta obstinación, y fuertes convicciones. De ser marino, podría decirse que no hace ascos a los mares embravecidos.
Curiosamente y a día de hoy le siguen acosando desde el Sindicato USO Canarias. Un tipo de ese jaez es capaz, no solo de pasarse por el Colegio de Abogados a quejarse de nuevo, sino de iniciar una huelga de hambre o un encierro. El caso es que ya lo hizo, y en iglesias dos veces, la huelga de hambre duró unas horas, no minutos. El encierro, con Franco. 




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