domingo, enero 31, 2016

Mácaros, primera cita de 2016

Ayer hice lo que jamás había hecho y supongo no haré nunca más. Salí de noche a cenar con un libro, como si fuera un francés intelectual. Pensé que lo mejor pegaba con un libro era una chaqueta, que es como los llevan los franceses, pero como las tengo en el complejo desistí de tanto esfuerzo.
Quizá sea el único libro que haya merecido ese transporte, “El hombre rebelde” de Albert Camus, que viene ser El extranjero, por su excelsitud, en ensayo. Que densidad y que recorrido por el pensamiento rebelde y revolucionario tan bien construido, con unas reflexiones absolutamente sutiles como corresponde a un filósofo de formación, que sin construir sistemas o  núcleos duros de pensamiento sabía manejarse filosóficamente a la perfección. Por mucho que Sartre y sus sicarios lo ultrajaran a raíz de ese libro precisamente.
Estuvimos pocos, Atroz ha obtenido un caso oneroso gracias a Rosita, cuando estaba a punto de ser rescatado. Por fin apareció Ex Doctor Harris, saxofonista de la banda  de San Andrés, quien dice que soy uno de sus maestros. Si mi padre hubiera sabido esto cuando yo era joven hubiera vivido mucho más tranquilo.
Sin ninguna modestia, quién más Camus destiló fui yo. Y, llegado un momento, me acordé de mí, y  me puse de ejemplo práctico del hombre rebelde por  mi entrevista con el decano. Les pareció que sí.  Qué es el que en un momento determinado dice “no” y pone unos límites.   
Un camarero alborozado me dijo, creo que más de una vez, que yo escribía en “El Día”.  No se entiende que en una sede del patriciado, (Oliver) eso pueda ser novedoso. Hace 30 años hubiese sido muy conocido. Le pregunté por mi amiga Rebeca y me contestó que acababa de dar a luz, y le rogué trasladara mi enhorabuena. A Rebeca le suelo decir “a que somos intelectuales, los que más” y me contesta que sí y que le gusta escucharnos.
Como cada día soy más Cenicienta (espero que no sea Blancanieves el personaje) a las 3 de la madrugada me fui, para entonces ya había llegado Alexander que se perdió la cena y ganó su precio.


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