Este libro de Drieu La Rochelle lo compré con otros hace unos días. Había leído una novela y, desde luego, sabía de él. A pesar de ser colaborador de los nazis cuando la ocupación, siempre me han interesado
los grandes literatos y él es uno de ellos. Casualmente el día que lo compré salía creo que en Babelia un artículo sobre Robert Brasillach, fusilado por colaboracionista. Camus y muchos intelectuales mediaron por él, sin éxito.
Mi vida ahora mismo gira en torno a la escritura, básicamente la columna semanal en el periódico y la corrección de mi último libro. Además de atender el blog, por ejemplo sin saber tampoco de que escribir. Lo más divertido es corregir, y encontrarte cosas que habían pasado desapercibidas para mal. Como cada vez tengo más oficio, menos tengo que suprimir, pero siempre hay algo. Casi no se acaba. Y mejorar. Puede haber añadidos muy acertados. Los artículos en cuanto dé con algo de lo que escribir, supone que la mitad o más lo tengo hecho de una sola tirada. Entro como una máquina. Ahora mismo no hay ni una línea, no hay tema. Desde luego me resultaría imposible hablar ahora sobre Cataluña, de un nuevo gobierno o de asuntos locales. Supongo que si escribo es porque tengo algo que decir, pero puede ocurrir que haya momentos en los que no haya que decir. Lo que sería mucho más común y necesario de lo que creemos.
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