Pasar del Casino, donde estuve hará dos semanas, al Tenis es
como hacerlo de un country o club de
polo de Punta del Este (Uruguay) a la sede de una asociación nutricionista de Austin
(Texas). Del paradigma aristocrático terrateniente inglés al modelo de los
reformadores religiosos o laicos -señalemos como socorridos ejemplos a baptistas del sur o a los saintsimonianos- que confiaban en sus propias
fuerzas y en la mutualización de sus impulsos saludables y sociables de pioneros. El Tenis carece de todo asomo de
etiqueta, sea simbólica como imaginaria, que el Casino exuda.
Ahora que triunfa el modelo antropológico del “reinventarse”
- el ser humano ignoró hasta hace bien poco
la inmanencia de esos poderes y facultades de tan alta gama que en él anidaban-,
mi hermano postula el modelo de la inmutabilidad del ser y el mundo. Como
siempre, todos sus actos son litúrgicos; en nada hay una primera vez, una
improvisación, un imprevisto o casualidad, todo es causalidad y procedimiento,
como en los animistas del sur del Río Níger, que si no se enfrentan a los
hechos más anodinos conforme a rituales prefijados pueden caer fulminados, lo
mismo el interfecto.
Celebramos el grupúsculo de Termini el solsticio de verano,
el núcleo inveterado y su anillo imantado, durante bastantes horas de
conversación. Estuvimos más unidades que las últimas veces. Ha habido épocas, muchos momentos de desinterés absoluto por las conversaciones, me hallara donde me hallara. Solía decir Al por mí en Mijas: Joe -así me llaman allí- ya se está aburriendo. El aburrimiento como eterna sombra acechante y aniquiladora. Era entonces partidario de las dislocaciones, las rupturas, los sabotajes al orden verbal provisto de sentido y marco para los hablantes. El método de impugnación era el sinsentido, el culto a lo absurdo, lateral, trastocado, irrelevante, todas los dislates posibles, como las interlocuciones con elementos ajenos al núcleo intersubjetivo de la comunicación.
En el Tenis, sin embargo, nada de eso ocurrió, funcioné como resocializado por las conversaciones como tales en las que intervine, de interlocutor en interlocutor, de grupo en grupo, como lo podría hacer Nati Abascal, pero desprovisto por completo de su glamour.
Tres libros
Tres libros; el de Chukri –hay cotas literarias tan
consistentes que es como si crearan el mismo alfabeto, deslindando territorios y
aguas, la veta de la infinita ganga- sobre Bowles, con el que tomaba el aliento
que me cortaba la pesada biografía de
Abd el Krim el Jatabi. Un libro cansino (556 pág.) por la profusión de datos y menudencias para el vulgar lector e
inhábil, supongo, para el académico
interesado en fuentes bibliográficas
precisas, porque no las brinda. Y para no separarme un milímetro de
Marruecos, el ameno y bonito (ilustrado) libro del pintor romántico Eugène Delacroix “Viaje a Marruecos y Andalucía”.
Tombuctú
Leo las noticias que llegan de Tombuctú, sumida en la orgía
de la barbarie y la devastación a cargo de los islamistas de Ansar Dine -que
están haciendo lo que los talibanes con los dos grandes Budas que volaron en
Afganistán- una vez desmembrado todo el
norte de Malí y acabado con sus ingenuos aliados tuaregs. La Unesco ha declarado
Patrimonio Mundial en Peligro a Tombuctú,
la ciudad de los 333 santos y gran joya de la arquitectura de adobe.Ciudad de santones, devotos, morabitos, de zagüías, mausoleos, de prestigiosos estudiosos del Islam, del aljamiado africano, de emires sabios y eruditos en el linde de la África negra, de un islam fronterizo, sincrético, heterodoxo…
1 comentario:
Nati Abascal es una monja de clausura comparada contigo...
Publicar un comentario