El martes fuimos a
cenar a uno de los restaurantes que tiene el
designado mejor chef americano que es el español José Andrés. No solo
atiende a Obama en la Casa Blanca. Los cuatro o cinco restaurantes que tiene en
Washington vienen a estar en otras tantas manzanas. El nuestro, mesa reservada
por teléfono y después reservado el
retraso, es de comida del mediterráneo oriental: libanesa, griega y turca. Una de las claves del éxito
de José Andrés es que sus raciones son tipo tapas (el nombre de uno de sus bares) que
constituyen degustaciones alquímicas.
Tomamos 12 platos y al final unos chupópteros.
El local es grande y de evidente alto standing, blanco y luminoso como las joyas de edificios que, enfrente, muestran sus interiores cúbicos
perfectos; hay gente de todas las razas. Sobra decir que el poder adquisitivo
en Washington es brutal.Dos días vamos a comer al Banco Mundial, merece la pena entrar en ese palacio blanco de arquitectura moderna llena de líneas blancas,magnífica. Como no hay cerveza, nos tomamos el aperitivo en el Alaadero, un bar español donde solo hay cerveza española, y donde irían los representantes de las naciones que nacionaban la España de muchas naciones primordiales, excelsas y nunca vistas en el mundo mundial. En el Banco Mundial entras por visitantes y te sacan la foto y el carnet diario, luego entre todos los dominadores de lenguas, entras en una especie de mercado metalizado, donde te pueden servir diferentes tipos de comida. Descubro que hay botellines de vino, me apropio de dos.
Acabo de llegar a MIAMI
al hotel, no tengo palabras, muy superior a lo soñado, ya nos hemos hecho amigos del recepcionista y de un camarero, en nada.
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