Debió deberse a mi simpatía personal, mi forma de ser o mi
manera de vestir. Ocurrió en el vuelo
nocturno Miami- Washington en un Boeing 737, cuyo techo alabeado por huecos horadados dibujaban largos semióvalos que contorneaban líneas de luz indirecta, salidas
de debajo sus bordes. Con el resto de
las luces componían auténticas sinfonías
cromáticas del más puro ambiente chill out. Estábamos aún sin despegar y el sistema lumínico lucía rosa,
arranca y se puso azul ultramar,
cogimos 3.000 pies y se metamorfoseó en verde esmeralda. Desde la cola mirabas a la business class y parecía una terraza mediterránea, un
belvedere azul celeste con puerta y
elementos geometrizantes.
¿No nos habremos equivocado de vuelo y hemos cogido el de La
Vegas? El pasaje lo componían muchos
afroamericanos (tipo negro) y muchos hispanos (de hecho Washington es
el mayor suburbio de El Salvador), que alguno se hacía fuerte en los asientos de ventanilla.
Llega un cubano, de constitución
optimista y considerando a EE.UU extensión de Cuba, su parte continental, le cambia a una chica
negra de gafas el asiento y le ubicó,
con el cambiazo, la bolsa de mano a cuatro
filas para allá, mientras que la novia cubana,
también rebasados los 60, le traducía del cubano al inglés a la
desalojada You seat down, You seat, no problem. Fue emocionante asistir a
aquella revuelta de fogosidad cubana dando los últimos coletazos en el furioso
desparrame hormonal de la senectud.
Nosotros nos mirábamos, todo esto es por nosotros, venían
hasta un matrimonio amish salidos del XVII, sin duda heresiarcas expulsados, supongo que de Pensilvania que habían sido capaces de sustituir sus carruajes por el Boeing 737 Pero ¿quién
era el único anglosajón, el puro WASP,
white anglosaxon,protestant, si es que lo había? Pues el típico redkneck
(Cuello rojo, así se mofan de los agricultores brutos del Sur de
EE.UU., algo también políticamente incorrecto, que tampoco puede decirse) salido de alguna gasolinera de Carolina del Sur o de una plantación de Georgia. Medía
3 metros y se había atornillado la visera a la cabeza
Le pido a una azafata
una bier. ¿Una cerveza? Yes. Es hispana,
como todos los que no son negros. Saco un fajo verde de dólares para abonar la cerveza, el alcohol paga, para desconsuelo espero
del salvadoreño que decidió “para que vayan juntos ya me siento en la ventana “, que era mía y de donde
quería ver Washington de madrugada, y lo hizo, como si fuera una solución de
combinatoria, la única. Su hijo y la
novia trataron de hacer lo mismo a una afroamericana, pero claro, no sabian que
con los americanos esas tretas no funcionan, si ese es mi asiento yo me siento
en él o avisan a la azafata, y les salió mal.
Como eran las 5 horas en mi reloj y llevábamos ya casi 24
horas de viaje tras dormir la noche anterior tres horas, pues una
bier para mi, cerveza para los americanos.
L a azafata que refutaba mi ingles, y ponía cerveza donde yo
decía bier, empeñada en omitirme desdeña mi fajo de billetes verdes con el que
pretendo pagar la cerveza-bier. El desprecio de los americanos por el dinero es
ya enfermizo, solo confían en el
plástico, un material despreciable e innoble. (Y los amish se suben a los aviones
sin sus caballos, ¡qué América es ésta!). Como el dinero es materia corrupta, o
tarjeta de debito o crédito, saco una y me digo que sea lo que Dios quiera, y no pasa. Le
digo a la azafata “no sé, acabo de entrar en el país y no sé muy bien como funcionan
aquí las tarjetas, igual no están activadas”
…”. Glub .
-no, no, es la maquinita que es perezosa. – dice la azafata.
Pues la tarjeta paga.
En la radio, ya sobrevolando territorio de la Unión, dejada atrás la
Confederación, “abróchense los cinturones
por turbulencias” en español. Me siento como en Barcelona, igualito que
en la patria de la butifarra ahora en quiebra dolosa, la patria, donde se practica a lo grande el
apartheid étnico y cultural, con una discriminación directamente gubernamental
sobre un idioma propio y mayoritario.. Debo haber cambiado no ya de continente
sino de galaxia. Es evidente quienes están escribiendo todos los manuales de la
infamia, el mal gobierno, la discriminación son castas
de modelos político- económicos quebrados, volados por la historia.
Arruinados. Quién se fije ya en EE.UU
notará mil signos de por donde va el progreso.
Viene la azafata a mi asiento, y me dice ¿Quiere otra cerveza? Esta se la regalo yo?”,
y como según mi reloj estoy ya en horas
de desayuno le digo que no. A mi me gusta pagar.
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