Ayer pensé en acudir a un asunto en el TEA sobre
colonialismo cultural o algo así, y cité a mi hermano, hubiéramos
quedado muy imprevistos, hubiera
podido ser tal vez divertido, hasta que me sentí sumido en mi propio estupor.
Mejor que el asunto atávico y absurdo, llamar
a Yael, que siempre ríe, y nos
fuimos los 3 a la Nokia. Nuevamente.
A la mañana - a las
7:15 ya estaba laburando, de tal forma y en sostenido ha caído brutal la
semana desde el Tenis, como un alud- me comenta XY que Paulino River es
insoportable, all time speaking about el
precio del transporte, la distancia, la insularidad, el lloro, el cazo,
el cepillo, el pedigüeñismo indecoroso…
-
Es tan anómalo, que se trata de una suerte de colonialismo
pasivo: el sedicente colonizado lo que
pretende es ser colonizado con mayor intensidad, a mayor escala, paternalismo,
dependencia, sujeción…
-
Efectivamente, el colonialismo vocacional y
pasivo.
Qué aquello del amo y el esclavo, la burguesía vendepatrias, Max Estrella y Valle Inclán, el sainete y el satyricón... Paul
River y el nacionalismo como pulsión de
sometimiento y subvención siempre.
Dos o tres veces en
mi vida he participado o he sido contagiado por lo que en un momento dado se
mostró como el Espíritu de los tiempos. Por coincidir allí en el momento
oportuno, que es cuando se anuncian los comienzos primigenios.
Tras el mayo del 68 y en el País Vasco pareció que se asistía
a tiempos inaugurales, aquellos que con trompetas, laudes y timbales anunciaban
recios un nuevo Comienzo. A tu lado se daban grandes debates, se estudiaba
y leía sin parar, saberes no reglados y de mucho mayor
impulso e incumbencia (incluso aprovechamiento), se conocían teorías e ideas, y se elaboraban nuevas. Todo lo
relativo a la cuestión nacional y a
todos los izquierdismos estaba cerca de ti, las más inauditas reflexiones, los
planteamientos más críticos y novedosos, los tipos de toda ralea, tan curiosos
como extremos, los vericuetos que conducirían a nuevos territorios modernos y
rompientes, alguien cada día sacaba o
ponía de moda un teórico o pensador nuevo. Nada podía ser más estimulante para
conocer, convencer, saber/ poder (esto ya
de Foucault, de regreso del psicoanálisis)…Desde esas atalayas la fruición poética
y literaria no eran más que exutorios,
gimnasia seráfica, jardín y té menta,
entretenimiento, cesta de baloncesto en patio cerrado o fresas con nata. Sensibilidad,
vaya. Era muy fácil y deslizante el descenso a esos prados amables y benignos, abiertos quiméricos al solaz
inocuo, el trasvase en una sola
dirección, ya que resultaba muy difícil pasar de la actitud poética, intuitiva
y sonriente al continente de la crítica, la teoría, la reflexión y el pensamiento, o a los grandes pulsos. Como
me dijo un examigo bioquímico: “los de ciencias podemos pasar
a las letras cuando queramos, pero el camino a la inversa es imposible”. De forma
que el leve barniz de la cultura, su ornato vino a ser, pasado el tiempo y por cierta
proximidad, el ungüento aplicado a párpados, con el que cegar inoportunas perspectivas.
Ayer a punto estuve de olvidar, que uno debe resignarse a ponderar
las épocas doradas como lo que realmente
fueron: pasadas, y que seguramente hace tiempo que ha transitado a espacios y épocas en los que, muy
residual, no es más que, en el mejor de lo casos, una curiosidad, si llega, o
vestigio de lo que a los otros les resulta incluso difícil imaginar. Oh
tempus oh mores.
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