martes, mayo 15, 2012

¿Qué pasó con la Memoria Histórica? Jeremiadas y beocios

Hasta hace bien poco tiempo, media geografía hispana era escarbada -a escala egipcia- en busca de la arqueología más preciada: los restos de la criminalidad de la derecha extrema genocida. Miles de arqueólogos de nueva vocación   horadaban el barro, espigaban la grava, perforaban  la piedra en busca de osarios probatorios de  crímenes. Con una fe indomeñable en el futuro, limpio de asesinos potenciales de  derecha -que deja herederos eternos siempre  fascistas; y en un presente prometedor de gran gesta  popular de progreso. Tiempos felices de aurreskus y sardanas.
Nunca antes  la arqueología había mirado con ojos enfebrecidos  al presente y al futuro.
Habían olvidado que para tanto dolor, tan tardíamente  estallado con insólita compulsiva avidez, tenía que haber pérdidas y  para que hubiera pérdidas era indispensable algo tan obvio como que la pérdida  fuera de algo/alguien que se hubiera llegado a tener,  y  que al dejar  de ser tenido,  lo perdieras. Primacía de la realidad, simplemente.  Nadie salvo algún anciano había perdido   nada. Todo era una mascarada política llena de  paroxismo.  
La jeremiada invalidada las leyes naturales de la biología y psicología:
A)     Sin  pérdida no podía haber duelo y dolor.
B)      No podía haber duelo y sufrimiento alguno, porque el duelo existe para asimilar en el tiempo la pérdida y para que ésta precisamente  no dure  entre 70 y 170 años –y los pocos ancianos que podían mostrar una pérdida real habían hecho todos el duelo hacía décadas ya- , que es lo que orquestaban los revanchistas con sus  muertos, no con los que ellos causaron en la retaguardia.
C)     España plañía muy compungida  y nadie, ni la derecha, a la que se le abría una causa general de orden  simbólico,  ni los señores jueces ¡nadie! se alejaba  un paso de la falsa contrición que debía afectarse con gravedad digna del tenebrismo español. La España plañidera y de confesionario al servicio de la mamarrachada político propagandística de la Memoria histérica de emboscados durante décadas de silencio en las Casas del Pueblo.
Los que jamás visitaban ni la tumba de sus propios padres (oh, ateo-republicanos)  de súbito se sentían  sobrecogidos por  el deber inmenso (sobrevenido orquestalmente)  de asegurar un descanso digno a  sus muertos, que acababan de descubrír, exactamente  como al franquismo. Ésta la ralea. 
La Memoria Histórica  supuso la orquestación del odio político, intentando jugar con emociones de colegio de monjitas,  a la apabullante escala fanática (¡qué intensidad!) y sectaria que sólo España es capaz de reditar y representar.
 Fue tal la jeremiada, los ejércitos de también falsos arqueólogos, los beocios triunfales que, de repente, ya no se sabe nada de ellos. ¡Adiós arqueología! ¿Pero no era tan urgente y prioritario, no era realidad sangrante…?  Pero ¿dónde estáis? ¡Regresad a las trincheras y al barro!
Ahora es cuando os necesitamos y a vuestro Gran hombre: el Adolescente y su selección negativa. Como español, ya os tenía que soportar (a vosotros y a vuestras hazañas todas)  antes incluso de que naciera. No os debo nada (en todo caso, me debéis). Menos, a monjitas que ahora escapan.

1 comentario:

el escritor escondido dijo...

Cosas de la media memoria histórica...