Lo sensato sería, cuando no hay nada pergeñado, pasar a
otro día, pero el domingo es un día que
nunca fallo, a pesar de que he perdido algunos lectores. No hago mucho para hacer
amigos, la verdad, ni crear complicidades.
Tal día como hoy hace un año estaba en la ciudad más fascinante
del mundo: Nueva York. Habría podido escribir algo, pero no tengo tiempo.
También me hubiera
encantado escribir contra el 15-M (ya lo hice el año pasado desde EE.UU.), contra esa antesala
del suicidio colectivo: si tienen éxito, logran instalar regímenes islamistas (caso
egipcio) o perfilar tardo comunismos (Grecia) o promover populismos fascistas (Grecia).
Es alucinante.¡Con todos los barcos mercantes de libros (todos insensatos o, a lo sumo, parciales) que leímos los de mi generación para cambiar el mundo!, y ahora resulta que los candorosos simples leen a posteriori a Hassel: 70 páginas de tonterías, a cuál más tonta, una tras otra.
En este país zarzuelero, castizo y madrileño (empezando por Gernika) todo el talento se va a las pancartas y al tam tam, pero no a crear empresas, trabajar, sacrificarse, crear redes de solidaridad y sociedad civil; ¡no!: queja y más queja y ¡A ver quién se queja más! (cuando por fin deciden quejarse, todo hay que decirlo); esa es la religión actual de fervorosa feligresía. Esto no es Japón ni Alemania ni Minnesota ni Holanda ni Australia… ni lo será nunca. En todo caso, Grecia.
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