Una historia de los perversos
Como a Dios (o al Diablo) gracias tengo la constancia de que me leen algunos perversos: esta incitación (el título de arriba). Por ellos.
El viernes al mediodía subí a la cota de los 600 metros, a la librería próspera. Fui directo a las dos zonas de libros del Sáhara, había 6 ó 7, todos leídos. Respiré tranquilo. Solo faltaba que ahora empezaran a salir libros que no hubiera leído.
Compré dos libros, de Raymond Aron y de Elisabeth Roudinesco. A Raymond Aron tenía unas ganas locas de leerle dese hace años. A su enorme talla intelectual, dirigió la École normale supériure, se unía sus posiciones políticas. Fue uno de los primeros intelectuales en denunciar el comunismo, en una época que la mayoría de ellos, recién salida Europa del totalitarismo nazi, ansiaba el totalitarismo comunista. Una época en que en Europa continental, dramática y enloquecidamente , más fuerzas se conjuraban para acabar con la libertad. No la querían ni por un breve lapso. No me gusta como escribe Aron, y me temo que en este caso llego tarde a su lectura. Lo contrario ocurre con mi admirada Roudinesco, psicoanalista, historiadora y erudita (clásica intelectual francesa) cuyos análisis más sugestivos no pueden ser, ella ilumina lo mismo núcleos que márgenes, intersticios que periferia, caminos que hollar que genealogías, interioridades que contextos. Una intuición diamantina pasada por el psicoanálisis. Impresionante. Encima saca a Hannah Arendt a relucir.En la radio recién el poeta finisecular puso a pasear la literatura de mujeres, cuando es mucho más interesante la de borrachos, incluso la de antisemitas dementes como Céline o Drieu la Rochelle (en términos literarios estrictamente). Las cuestiones monistas y sectoriales, los fines prevalentes que deben guiar a la sociedad y configurarla bajo su eje de articulación, que propugnan sectores como mujeres, ecologistas, pacifistas, gays… (a los que la paleoizquierda, sin clase obrera ya, les hace toda suerte de arrumacos y sortilegios), a mí no me interesa nada, y menos, muchísimo menos, los obsesivos/as, de pujos sacerdotales, que ofician esos cultos sectoriales.
Tras la lectura intensa de A vueltas con la cuestión judía de Roudinesco, me acordé del poeta finisecular y sus sectorialización de la literatura de mujeres, y caí en la cuenta de que para mí hay dos escritoras de máxima altura que además son pensadoras: Roudinesco que también lo es y Hannah Arendt. A esta es a la mujer que más he leído con diferencia, además como ha sido revalorizada tanto en los últimos años, no han hecho sino publicarse libros de ella, que yo iba comprando a medida que me los iba encontrando. Tras la filósofa política y periodista vendría quizás Roudinesco. Las dos judías diaspóricas casualmente y la tercera es Margarite Duras, resistente antinazi, por cierto.
De Roudinesco además de su biografía de Lacan Jacques Lacan, leí Nuestro lado oscuro Una historia de los perversos y la obra estelar: La batalla de cien años Historia del psicoanálisis en Francia -ella es lacaniana y yo observé esa devoción-, la increíble historia del psicoanálisis en Francia (que es en Europa) algo completamente sugestivo, resultó tan vívida la lectura de sus dos tomos que aún me acompañan como una medalla al cuello que infundiera en el cuerpo un vínculo magnético con la cultura.
He de confesar que el final del libro A vueltas con la cuestión judía aturde un poco. El intelectualismo francés es saturador –por eso encanta a argentinos y catalanes, primos hermanos entre sí: en el anhelo por lo que no se es, que delata el ser más provinciano- omnioabarcante y arrollador como el deseo. Su éxito radical se debe a las universidades americanas, que consagran a ese país como única potencia intelectual (cultural es más que evidente) del mundo.
Luego vino el libro que dedico y recomiendo a mis amigos perversos, prácticamente todos, salvo que alguno se haya colado sin serlo.
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