El conocimiento quizá sea superior a la belleza

La vida solamente puede ser redimida por la belleza, de la que la estética es su dimensión más honda. Lo dijo también Nietzsche. Él y otros.  En momentos, muy pocos, extraordinariamente providentes,   estaría de acuerdo con el aserto.
Tony Judt, al que le leía hasta hace bien poco  -murió el pasado año- algunos domingos en el País, merece ser leído entero. No he podido coger, durante el fin de semana, ningún libro que no fuera el que compré el viernes. Como gran intelectual inglés –es también el típico  judío cosmopolita-, pasado por Cambridge, y luego profesor  en grandes universidades, su estilo es  depurado y claro, en el que el desarrollo lógico se enhebra con sencilla luminosidad sin una palabra ni erudición de más, todo ordenado a la más nítida y eficaz expresión e intelección de las ideas  expuestas. Los ingleses en cuestiones de pensamiento son como narradores de cuentos. No hay concepto oscuro ni razonamiento arduo

Lo suyo es el pensamiento político y la historia contemporánea, lo que implica atender otros saberes, el resto de las ciencias sociales y la  filosofía. Pensamiento político es lo que está desterrado de los debates, telediarios,  facebluff  y  comentarios de calle.
Pocas cosas para mí más estimulantes y gratificantes que el pensamiento político y la historia que le da curso; las ideas, el pensamiento, la argumentación, el conocimiento, que es el mundo por el que se desenvolvía Judt,  como si las ideas fueran, como para los platónicos,  prototipos excelsos  de la realidad.
Judt evidentemente no fue ningún platónico sino un empírico que vivió mucho.  Bajo  el influjo poderoso de su lectura, me detengo a reflexionar en algo que antes no lo había hecho.
De niño fui testigo, testigo consciente, breve y muy circunstancial, cuando no lo era de ninguna otra cosa, de algunos acontecimientos  históricos tanto en Alemania  (Muro de Berlín) como en Francia (Argelia y la OAS), los viví  in situ, pero muy brevemente el segundo, y  fui totalmente consciente de ello.
Así como mi experiencia o mi conciencia se inicia mucho más tarde para casi todo, fui desde muy niño realmente consciente de los grandes avatares políticos. El Correo  de Bilbao llegaba a mi casa antes de que despertara y leía con fruición todas las páginas de internacional. También llegaban de niño a mi casa  clandestinamente panfletos del nacionalismo vasco. Quizá por ahí se encontraba la vocación que busqué hasta anteayer, sin saber que el trabajo no necesariamente era resultado de la Caida y el pecado, sino que podía serlo del placer. Que el conocimiento podía ser el placer más refinado de los posibles, un placer del espíritu.
Soy de los que no pueden estar siempre leyendo, como mi hermano o Fernando Savater, en cualquier lugar, a cualquier hora, yo para leer necesito una disposición especial, sosiego por ejemplo, tiempo por delante. Sobra decir que me he tirado  enormes temporadas sin leer, meses seguidos,  épocas incluso.
Los que prácticamente solo leen narrativa, piensan que yo no la leo, que solo leo ensayo. No es verdad, leo narrativa, es más liviana y fácil, pero no dispensa la plenitud que provee el conocimiento. No saben que la mayoría de la narrativa en relación al ensayo es fast food, algo que se puede de consumir  de manera rápida y muy barata.
Tony Judt es un judío inglés  más que harto de Israel, es un europeísta militante y aún mantiene posiciones socialdemócratas,  pero su conocimiento embriaga  con su expresión intelectual  anglosajona, tanto como el más dulce placer. Soy de su generación –es a lo único que soy leal: al ethos generacional-, por detrás no se ve más que desierto  y afectaciones corales insípidas.