Mi hermano reclama por costumbre el secretismo, cuando, salvo un solo pecado (reiterado), jamás ha pecado ni ha cometido nada de que arrepentirse -¡absolutamente nada que ocultar!-, de lo que tendría (formas, reciprocidad...), no se da cuenta, osea que nunca hay dolo, intención. Eterno estado de gracia. Su mundo, pese a estar abarrotado es muy sencillo. Me ha vuelto a traicionar.
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