Bilbao lleva un tiempo como preciado destino turístico, que los nativos más viejos nunca hubiéramos imaginado, pero lo cierto es que casi podría hablarse de una transmutación. Y se pondera la joya de la corona, el Guggenheim, la gastronomía y su gente, hospitalaria y afable, que es también lo que corroboran mis paisanos canarios. Pero la Villa tiene su propia guía Michelin en muchos de sus edificios y firmas más recientes. Vuelvo a pasar unas semanas en Getxo y a evocar (y ver) piezas arquitectónicas que entreveran el paisaje urbano, desde que hace más de 40 años abandonara la villa.
La primera cuestión que uno se plantea es que toda esta afluencia ocurrió con el PNV en el gobierno, lo que no deja de ser algo milagroso. La pujanza mercantil, industrial financiera, salvo la familia nacionalista De la Sota, recayó en empresarios y sectores liberales no nacionalistas, todos desparecidos por completo en un país monocolor hoy, mayoritariamente nacionalista, aunque vaya más, de afán de prevalencia en el conjunto español, mayor empeño en la imposición del euskera con resultado negativo en su uso, que quedaría reservado a nota ante los demás de singularidad folclórica. El máximo apego a la endogamia y lo propio con una actitud de defensa ante todo lo exterior ha cedido al imperativo de reconocimiento como primeros y mejores, amén de la fanfarronería bilbaína.
A Frank Gehry lo tenemos con el Museo Guggenheim, y en su mayor espacio expositivo al escultor Richard Serra, dónde más obras del mundo reúne. La torre
de Iberdrola, totémica en el skyline, como la de la Cartuja de Sevilla es obra del argentino César Pelli; del mexicano Ricardo Legorreta es el hotel que cambia de nombres, pero que mantiene colores mexicanos: ocres, tejas, al norte del Parque de Dª Casilda. Norman Foster, autor del metro de Bilbao y sus embocaduras de cristal, está acometiendo la ampliación del Museo de Bellas Artes de Bilbao. Arata Isozaki ha elevado dos promontorios de cristal sobre la ría a los lados de la pasarela (que devino problemática) de Santiago Calatrava. Las cotas más altas (torres de Basurto) son de Richard Rogers que tiene a su coautor del Centro Pompidou de Paris, Renzo Piano, muy cerca, en el centro Botín de Santander. Otro Prizker, Álvaro Siza, el edificio de la biblioteca de Deusto. Al lado, el Paraninfo de la Universidad del País Vasco de Rafael Moneo; enfrente, Fernández-Ordoñez (arquitecto de Chillida) en la Pasarela Padre Arrupe a esa universidad. De Zaha Hadid, fallecida, es el plan para la isla creada de Zorrozaure. El edificio poliédrico de Osakidetza de Juan Coll-Barreu puja alto para ser buscado con preferencia.
José María Lizundia 03 DIC 2024 7:00
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