Sevilla
básicamente tiene un sonido especial o una suma de sonidos especiales. Esto lo escribí en el hotel de
Sevilla ayer o anteayer, pero resulta que hace unas pocas horas que he
regresado a Tenerife y ¿quiénes venían en el avión, han entrado muy vip los
últimos y se han adueñado de la primera fila? Pues Los del Río, de Sevilla
tiene un color especial.
Llegué
a Santa Justa el miércoles pasadas las 6
de la tarde. El taxista de 41 años (hablamos en el trayecto sin descanso) me
dice, al ir a abrirme el portamaletas, de golpe: “¿Qué tal, hombre, cómo andamos?
No puede ser, esto no es real. E inmediatamente nos contamos nuestras vidas,
milis, borracheras… hubiera ido con él hasta Utrera, Lora del Río o donde fuera.
El cielo azul pálido, amarilleando y raso a punto de desvanecerse como si quisiera infundir melancolía, las
luces ya encendidas hacen resaltar su
despedida, al sur unas débiles
nubes de color sepia sirven de
contrapunto.
Por fin
estoy en un hotel con minibar lleno. Salgo raudo y hago mi procesión por los
santos lugares, termino Sierpes y entro en el Laredo, donde conocí a XY.
Acto
seguido constato que Sevilla tiene un sonido especial o sonidos especiales,
como escribí al volver al hotel.
Son estos: el de los pasos de caballos de los
landós, el rumor siseante con el suave aviso campanil de los tranvías, y los
timbres de las bicicletas. Esta Amsterdam del sur, de similar bienestar y mucha
más vida, muestra un nuevo don de embaucamiento, el embrujo de sus mujeres, que ya no son aquellas bellezas castizas
y raciales de las latas de aceite. No puede haber en el mundo chicas más guapas, modernas, tan bien vestidas,
atrevidas, seguras de sí mismas, princesas. No es describible tanto encanto.
Visten abrigos, chaquetas, zamarras, tres cuartos como militares, llevan
bufandas, fulares, pañuelos; gorras las
menos, a la espalda mochila, o maletines, o bolsas en bandolera. Todo destreza,
naturalidad, belleza. Las ves en ese dédalo que es el casco viejo mayor de
Europa, que es el de Sevilla, de noche,
solas con sus bicis, determinadas, seguras, independientes.
En el
único lugar del mundo donde creo la socialdemocracia tiene futuro es en Sevilla,
todo lo indica sin la más mínima duda. El nivel medio es altísimo, la gente llena las calles, el comercio cierra
tarde, la sociabilidad se palpa como el gusto por la vida, la modernidad se
muestra como fenómeno natural, el cuidado de calles, edificios, equipamientos,
comercios... Es muy entretenida para caminarla, es una ciudad con fauna, tiene
tipos llamativos, singulares, con biografía o genealogía. Muchas tiendas de
sombreros, abanicos, imaginaría religiosa, de enmarcación de cuadros…
Sevilla
es una ciudad monumental, y muy pocas lo
son. Pensaba lo que definiría la monumentalidad, París lo es, pero no Londres.
La primera percepción la ofrece las
dimensiones grandiosas de los espacios, las avenidas, los parques, jardines,
palacios y nobles edificios tienen una
escala muy superior, y son fundamentales
las perspectivas, que las haya. Andar Sevilla, incluso de noche, por las
grandes avenidas, entre sombras con la vegetación atravesada por puntos de luz titilante, vegetación que se desborda por los muros, o que se alterna con los faros de los coches, estudiantes que
salen de sus clases, los modernos autobuses rojos, las bocas del metro, los
tranvías y siempre las bicis zizagueantes, silenciosas, montadas por raudas
amazonas. Cruzo mis puentes, me adentro en Los Remedios y atravieso Triana.
Ayer a
la tarde estuve viendo un buen rato a unas bailaoras, guitarrista y cantaora en
la Puerta de Jerez, hasta que se fueron. La que cantaba era una monada, tenían
un pequeño tablado. La letra era muy sugestiva pues iba de una “morenita y
pobre”, que le iba al hombre a buscar a
las tabernas, le llamaba borracho, que
era un ruina, que se pasaba bebiendo en las tabernas de la noche a la mañana,
también contaba cosas de pescadores y de un disparo en la arena (superimagen).
Horas
después sigo en Sevilla anímicamente. Hoy como era la predicción, llovía,
(hubiera estado hasta mañana si no) el
taxista amenísimo, me ha contado muchísimas cosas, hemos pasado por el hospital
de la Macarena y por el cineclub adonde íbamos. En el aeropuerto he visto despegar al Airbus Beluga uno de los
mayores aviones de transporte del mundo,
no parece ni que pueda volar, pero se ha elevado en mucho menos espacio que nosotros,
los del avión de Los del Río. Han bebido vino, el moreno creo que dos unidades.
Muy habladores. Tienen más perfil de humoristas que de cantantes. Como que son sevillanos o alrededores.