domingo, junio 07, 2015

Por qué ataqué al neoliberalismo

Ayer fui sumamente jupiterino con el neoliberalismo en la tertulia Mácaros del Oliver. Mientras restituía el honor de Von Mises –le apearon de la baronía del Von, para referirse a secas (plebeyamente) como  Mises, restaurando el trato de Von- arremetí contra la Escuela Austríaca  de Economía, por anticuada, desfasada, reduccionista –como dijo Andrés, no se puede tomar al individuo exclusivamente por consumidor-, monista, abstracta, economicista, desconectada de las realidades sociológicas, culturales y políticas, fundamentalista, instalada en supuestos apriorísticos de un capitalismo que ya no existe, anclada en economías nacionales rudimentarias y en postulados  teóricos metafísicos  que no empíricos. Propuse no solo no leer el libro que proponía Ex Doctor Harris  (unos capítulos Von Mises) para el próximo mes, sino no volver a leer jamás a nadie de la Escuela Austríaca. Dejar sus lecturas para los doctrinarios antipolíticos neoliberales, tan doctrinarios como los marxistas leninistas. Si al menos estuvieran en la clandestinidad poniendo bombas..., inermes  conspirativos con su evangelio sumario de redención de las leyes económicas que rigen el mundo como parte del orden divino, pero ni eso. Desayunos los sábados –ni a mi hermano ni a mí nos invitan-, estos clericales de nuevo cuño.
A mi hermano le sirvieron su carne contaminada de salsa y papas “abundantes por favor”. Preguntó por su composición. Una salsa de carne. Cómo de carne, qué es una salsa de carne con la carne. Andrés se lo racionalizó en términos de transubstanciación.  Le advertí al camarero de que no era un comensal hedonista y sofisticado, sino absolutamente primario como el propio  ganado vacuno que ora come hierba, ora  pienso.    
No lo dije, pero lo pensé, los super intelectuales no hacen nunca una crítica del autor ni del libro, a lo sumo lo interpretan, se comportan como anfitriones del autor con el que quieren ser obsequiosos. A Isaiah Berlin y las raíces de romanticismo se le pueden hacer algunas objeciones:
-- Si descriptivamente de la Ilustración francesa, con su programa basado en la razón, la armonía, simetría, lógica, se puede  afirmar que ofrece una estructura  dada del mundo, que conviene para oponerla  a un haz de pulsiones, pasiones, anhelos de infinito y lo  inabarcable del romanticismo, pero en términos lógicos o epistemológicos, éste  no es  más que otra estructura  más oscura, pero estructura. Mucho después llegó el psicoanálisis con las estructuras del inconsciente, que Berlin, que lo despreciaba,  conoció. El Romanticismo también  respondió a otra estructura del mundo, más informe, inacabada, eruptiva pero real.
-- el romanticismo alemán convive con un fenómeno contrario, el clasicismo alemán, el Klassik, de Goethe, Schiller  (en parte románticos), Lessing y Winckelmann que consuma la atracción genésica del clasicismo alemán por lo griego, por su arte. Grecia es Alemania
-- Tan importante como la guerra de los  treinta años y la subsiguiente humillación germánica, es la falta de unidad política de Alemania que no llegará hasta Bismarck. De existir un  estado alemán habría abstraído la savia o espíritu alemanes en símbolos,  en formas políticas, formalizaciones jurídicas diluyendo la potencia del espíritu del pueblo, lo volkisch, el volkgeist, el sentimiento alemán, incluso el pietismo protestante tuvo su campo de cultivo en su propia pureza y naturalidad de lo alemán como puro espíritu.
Hegel hace acabar el desarrollo del espíritu: subjetivo, objetivo y absoluto en el Estado. El espíritu se hace estado, razón perfecta. Y esto, intelectuales Mácaros, no lo dijo Berlin.



3 comentarios:

Anónimo dijo...

Usted estuvo excesivo como siempre. Su filipica anti libertaria fue digna de Robespierre o de cabreo de Stalin. Menos mal que no teníamos a mano sogas y antorchas. No faltó de nada: su monopolio absoluto de la palabra, sus referencias al nacionalismo, su repartir palos dialécticos contra este, aquel y su paciente hermano, su imponer su libro y , ¡cómo no! , su billete de 50 euros y su ¡dejad propina!
En fin, una noche gloriosa, nos lo pasamos fenomenal. Ya estoy deseando que llegue la próxima tertulia.
Un saludo, EDF.

Anónimo dijo...

Usted estuvo excesivo como siempre. Su filipica anti libertaria fue digna de Robespierre o de cabreo de Stalin. Menos mal que no teníamos a mano sogas y antorchas. No faltó de nada: su monopolio absoluto de la palabra, sus referencias al nacionalismo, su repartir palos dialécticos contra este, aquel y su paciente hermano, su imponer su libro y , ¡cómo no! , su billete de 50 euros y su ¡dejad propina!
En fin, una noche gloriosa, nos lo pasamos fenomenal. Ya estoy deseando que llegue la próxima tertulia.
Un saludo, EDF.

José María Lizundia Zamalloa dijo...

Gracias me da constancia de que tengo un seguidor, algo crítico