sábado, junio 06, 2015

Mis días por Andalucía

Hace unos años estando en Al  Ándalus le pregunté a XY: ¿Por qué me gusta tanto Andalucía?
-¿Por qué va a ser?
-No sé.
-Por lo exagerado.
Cuando la boda en Marbella, antes de desayunar en el hotel me iba  a tomar un café y comprar el periódico a una gasolinera que estaba cerca. Un día vino conmigo Fer.  “Joder macho, ahora  vas  a apartamentos (habíamos estado), MC Donalds en Centros comerciales (fuimos un día con mi hermano al "Miramar" de  Fuengirola, la víspera del acto en casa de Al y Serena) y gasolineras. Cada vez vuelas más alto”.
-Esta es la verdadera y única sofisticación, mirándolo bien.
Hay dos fases en la vida: la estoica y epicúrea, la juventud y la madurez. De joven sobra la energía. La tienes no que gastar sino malgastar. Iba en verano a Bermeo por monte en lugar de a dedo, nadaba y remaba  contracorriente. Luego te vas aburguesando con la edad.
No recuerdo que me cansara totalmente, que el peso que llevaba o las distancias me hicieran mella. Siempre podías con todo y lo sabías.  Aunque comía como un animal podía estar sin comer. Durante la mili apenas comía, salvo de forma derivada  lúpulo y cebada. Me encaminaba a la treintena estilizado: con 70 kilos.   
No tengo el menor interés por los grandes restaurantes, pero  sí me gusta para comer y beber  los estándares altos,  más que suficientes. Sigo aborreciendo lo malo.


RETORNO AL ESTOICISMO
Mi viaje por Andalucía, me ha servido para tomar plena conciencia de mi readscripción juvenil al estoicismo, a beber con  obstinación y amigos, fue  todas la noches (siempre ha habido su punto de epicureísmo) y a realizar gratuitas y absurdas largas caminatas, pasarte a conciencia del lugar que te dirigías bastante cargado de peso y llegar al límite final de la cuidad por el placer de ser capaz de hacerlo. Y retornar. Quedarte en un pensionado, siendo aparentemente el único ocupante del edificio, que me produce miedo paranoide. El placer de los amigos, pero también de estar solo, una necesidad cuando viajo. Es cuando te confrontas, y te sientes  tú con una entidad rotunda y completamente desacostumbrada. Como no es lo mismo estar en París que en Tánger (tu percepción de ti, del yo pulido y neto como una entidad espiritual, sin circunstancias, está asegurado -es cuando más aceptable ante ti te reconoces-, cosa que es imposible en París).
Cuando es todo un acontecimiento recorrer toda la Península en tren y autobús, y cobra valor esperar la salida en las estaciones, incluso en muy malas condiciones físicas (trabajadas).  

No hay comentarios: