Desde Suresnes la socialdemocracia española fue despojándose
de sus lastres más ominosos. Anticlericalismo, lucha de clases, marxismo,
radicalismo, frentepopulismo, estatismo… Felipe González hizo que el PSOE
abandonara el marxismo y centró el partido y centró España. La socialdemocracia
hacía políticas realistas, asumía el mercado y el capitalismo, además de la
OTAN, España comenzaba por fin a tener una izquierda similar al norte y centro de
Europa. Ya había costado. La modernización
fue prodigiosa como el logro del Estado del bienestar. El liberalismo
era una ideología a tener en cuenta, había que aprender de ella, porque el estatismo
ya había ofrecido su tentadora criminalidad como su suprema ineficiencia.
A la izquierda aquella, muy preparada, le gustaba pensar y
estudiar incluso en el extranjero. Se
favorecía la dialéctica integradora
entre opuestos y contaban los resultados, había creatividad y
preparación, mentes abiertas. Hasta que llegó Zapatero, muchísimo menos adornado
que sus predecesores, durante algún tiempo (meses) logró, tal vez por alguien del PSOE, asignarse unas clases de adjunto. Como tantos devino en “profesor
de universidad”. Pero la carrera real la hizo en la sede del partido, en las
distintas federaciones, donde solo están
los teléfonos y se hacen las listas. La hoja de ruta de la actual clase
política.
Alguien con ese bagaje y mundo conciso giró a la
izquierda, hacia comunistas y
nacionalistas, buscando desesperado el aislamiento del centro derecha; a falta
de margen para las políticas de izquierda exacerbó todas las cuestiones ideológicas a límites
solo posibles en el linde mediterráneo y católico. Rescató todas las diferencias y antinomias que
enfrentaran a los españoles, replanteó la historia, cuestionó la realidad
española (discutida y discutible), anatemizó al centro derecha, una cruzada de comunistas, nacionalistas y el
socialismo para negar a la derecha de raíz (solo posible en la izquierda
española), la tildaba de extrema derecha (una pulsión de exclusión), exasperó el anticlericalismo, y
desarrolló una política exterior igual de confusa e infantil como radical;
emergieron todas las lacras de la izquierda española felizmente superadas. Ocultó la crisis y mintió el peor presidente de España.
Veo una entrevista con Nicolás Redondo Terreros, antiguo
líder del Partido socialista vasco, el que fue capaz de ir a un mitin del brazo
de Mayor Oreja y Savater (algo que el sectarismo ya exacerbado,no lo toleró).
Eran constitucionalistas que defendían la dignidad de toda la sociedad vasca en
los años de plomo.De repente estás oyendo hablar aun socialista, totalmente ajeno ya al aparato del partido aunque militante, de ideas que aquí no se las oyes absolutamente a nadie. Por ejemplo de que no hay un solo candidato socialista con ideas sobre los problemas de la sociedad y del mundo, salvo para los tactismos pertinentes en pos del poder. Redondo habla de reflexionar sobre lo público, introducir perspectivas nuevas como la sociedad del bienestar frente a la vieja idea del Estado del bienestar, aceptar el límite de los recursos económicos (una pedagogía adulta y realista), asumir de una vez por todos la revolución que representa la mundialización y la copernicana de internet, aproximarse a planteamientos laboristas o de las socialdemocracias norte y centroeuropeas.
Compruebas la aridez ceñuda de este país, una izquierda belicosa y hostil como descuadernada e inepta, salvo aquellos años de Felipe, lo yermo de ese campo de escombros y sin flores, de solo rastrojos y cenizas.
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