El sábado pasado de nuevo en el casino para celebrar la cena y debate en el salón noble, de lo que ahora ya son ex (depuratio) lecturas liberales; salir a las 21 horas de casa para mantener una tertulia intelectual, se sigue haciendo raro. Uno ha salido toda la vida a esas horas para beber y decir todas las tonterías posibles y en todas las bandas que se presentaran. Pronto te sientes atrapado en el ambiente. Según nuestro catedrático (y acreditado científico) de la Universidad, no ha conocido ninguna otra tertulia del nivel intelectual de la nuestra. Por lo que dicen, no hacen sino proliferar las tertulias.
Los nuestros que las conocen aseveran que la nuestra es la best one. Un estado de ánimo: cuando nuestro gin tonic/unidad, parece perseverar en su sustancia, como si acatara uno de los principios de Newton, y nunca se consumiera, dice Arturo de irnos en un rato (por los camareros), a lo que contesta Luis “si la última vez nos quedamos hasta las 3 (con un gin tonic/unidad)”. Hay ansia intelectual, y yo me siento contaminado.
Al día siguiente comentándolo, digo cómo todos hablamos parecido (seguramente quitándome a mí) y que son todos intelectuales, que se han construido su propio y muy consistente perfil humanista.
Todos somos de ciencias –los abogados aunque son de letras, posteriormente se abisman al mundo de resultados y mediciones objetivas como los de ciencias-, afortunadamente no hay la gente de letras de universidad, tan dada a las tribunas y a las disquisiciones eruditas sobre detalles de detalles, esa nube de información desarrollada sin aristas ni ángulos, sino a base de plantillas.
Hay 3 economistas, de los cuales 2 son también abogados, el economista que no es abogado tiene un master en ciencias sociales por la universidad de Lovaina, hay un ex jefe militar que tiene un master en filosofía, hay un ingeniero (con Yael 2), un biólogo, y 2 filósofos: mi hermano (neokantiano) y yo (posmarxista).
Los conocimientos reglados, las carreras suelen ser algo que se olvidan por completo, no así las búsquedas personales, el desarrollo de las pasiones intelectuales. La diferencia es abismal: el esfuerzo de conocer resulta siempre tangible y real. Mientras que lo otro no es más que barniz craquelado.
Como he contado en alguna ocasión, los de ciencias pueden acercarse y sumergirse en las letras, pero no cabe el sentido inverso, los de pensamiento pueden descender a los entretenimientos literarios, pero estos no pueden ascender al pensamiento y a la cultura, aunque a ésta como ornamentación erudita floral, sí.
Un ejemplo: es más fácil pasarse de la estética (rama de la filosofía) a la historia del arte que al revés. O de la filosofía al periodismo que lo contrario.
Aparte de nuestros amigos de ciencias que pueden hacer lo que quieran y lo hacen de manera realmente muy personal y profunda, hay dos tipos de letras: Letras fuertes y letras light (sin olvidarnos de los letristas, que son el escalón inferior: acontecer de redacciones ocurrenciales).
Letras fuertes son las susceptibles de proyección y colonización de áreas y perspectivas. Serían la filosofía, las ciencias políticas, sociología, antropología, historia de las religiones, (no las otras historias, que pueden dominar los aficionados), semiología… las que catapultan la construcción intelectual, la reflexión y elaboración crítica.
EL derecho sería letras fuerte, pero su proyección práctica al ser tan intensa, lo coloca al lado de las ciencias.
Letras débiles (autárquicas, se agotan en sí mismas) son pedagogía, historia, bellas artes, periodismo, psicología, (aunque el periodismo y psicología pueden en algún caso asimilarse a las letras fuertes) filología… Y letristas.
Por cierto, el jueves tengo comida en el Tenis con la peña DERECHO/CIENCIAS.
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