La verdad es que hace tan
sólo tres años hubiera sido
imposible que recibiera una invitación como esta. Al parecer algo nos hemos
movido y a mejor. Me siguen pasando cosas interesantes, claro que uno se las
procura.
Esta invitación es totalmente personal, no es consecuencia
de puesto, cargo o representación de algo (sin contar a mi amigo Manolo), sino
por escribir con nuevos enfoques críticos(básicamente: no decir tonterías o
naderías repetidas). Tampoco mucho. Siempre quise ser un intelectualillo vasco
de izquierdas (según podría ser, de una manera más bien especulativa, incluso
contestada), y al final me ha salido. Bueno, desde Vasca Cultura. Los libros dan enormes satisfacciones.
La verdad es que las naciones y los estados se me dan
bastante bien, objetivamente mucho mejor que las personas individuales. Esta es
la cuarta carta de alto rango (estatal/diplomático) que poseo, y naciones en la ONU no llegan a
200 (habitantes en la Tierra debemos ser más de
6.000 millones). La estadística pues, aplasta.
Para esa noche de julio en mi isla -traje oscuro (esa es
otra)-, he pensado en una flor azul pálido en el ojal. Como el romántico alemán
Novalis o James Bond (¡es un hotel tan colonial!). Y mantón de Manila, aunque
no yo. He de consultar temas de protocolo a efectos de idoneidad, oportunidad y aquiescencia. No es invitado uno por el
Reino de Marruecos al Hotel Santa Catalina todos los días.
Me hallaba los últimos días presa de una tesitura de difícil
resolución: vacaciones coincidentes con llegada de norteamericanos a finales de
agosto y viaje a Málaga (más preparativos). Días difíciles de arrebatar en
septiembre para vacaciones y más para ir a Marruecos. Un encaje no fácil a
partir de una fecha. Marruecos es muy grande y muy bonito, pero estamos hechos
a Tánger (alguien pensara si somos oriundos, ni muchísimo menos) y el Estrecho,
y Tánger se ha convertido en “el lugar donde ir”. Creo que es así de sencillo
(y terminante). Ni fue un episodio ni moda, que hubiera sido hasta cierto punto
lo normal, luego es pura metafísica, contra lo que no hay nada que hacer. O la
mismidad roussouniana, que le cuadra más.
Hace ocho años que pasé mi única noche en Ceuta, (que para
mí fue como pasarla en Hong Kong) las
demás veces he estado de paso. Y otra de las cumbres de las vacaciones era
pasar otra noche en Ceuta, una cuestión de mínimos… históricos, claro.
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