domingo, julio 28, 2013

Regreso a mi Isla


Conforme exige la invitación ya tengo un traje oscuro de verano  y una corbata  como jaspeada, muy bonita. No tengo los clásicos zapatos negros,  o color granate de vestir, ni los voy a tener. Todos esos zapatos para Fer. Aunque tengo unos que sirven (de  lejana filiación bohemia).
Mucha ilusión por ir a la celebración de la exaltación al trono del  rey marroquí, en el hotel Santa Catalina. En menos de año y medio será  la tercera vez que vayamos a nuestra  isla (también es la  de mi hermano –que no ha sido invitado), donde he sido excelentemente tratado, todo ha sido interesante hasta donde ni cabía suponer; enormes contactos (cuando mi desinterés por conocer gente es máximo, otra cosa es que me la tropiece);  aunque odio la palabra experiencia -nunca la empleo-, las habidas han sido inmejorables, entre otras cosas por su radical imprevisibilidad. Son como premios (sin presentarse), aunque por nada, porque no es la consumación de  un  propósito largo y difícil tras media vida de dedicación. Lo que lo hace aún más sorpresivo. El debate el año pasado en el club la Provincia no tendrá repetición, cuando   de repente  la historia de joven llega hasta muchas décadas después, con un largo camino recorrido. Fue un bucle o una espiral más que un círculo. Entreví una clara continuidad, sinuosa pero continuidad, por la politización, el lenguaje que sé manejar, el debate, enfrentamiento…
Al haber carecido  por completo de proyecto vital, todo se ha dado, ha  sobrevenido, por lo que debería estar  desautorizado para manifestar asombro ante los inesperados quiebros o situaciones de mi vida. Pues seguramente; ahora tengo mi isla (Las Palmas) en la que soy plenamente feliz cada minuto (eso  siempre, pero ahora más), me interesa el Magreb  y asisto invitado (por escribir)  a una recepción consular  que no es del gobierno vasco, que hubiera resultado incluso  más plausible y potencial, y a la que por supuesto no asistiría. Aunque no se hubieran  vislumbrado  caminos en mi vida, sí había un trazo, porque siempre hay trazos, del que al parecer me ha salido bastante, incluso del marco que lo podía acoger.
Por tanto, una noche de verano frente al Atlántico que mira frontalmente  a África, en un hotel magnífico  y colonial, bajo  una bandera distinta a las que llevan 40 años inundando las calles de España, que son tan promisorias de razón (muy comprimida, una gragea a la semana), pluralismo, muchísima   inclusión, y mucha  democracia para todos, que dan ganas de mugir o balar según se coja la nota. Por tanto, ver una marroquí tiene que ser sugestivo, una incitación a viajar con la imaginación, el runrún de Las mil y una noches, extraterritorialidad (me conformo con la sensación: no ir a tal o cual sitio, sino mero salirse de España), novedad, exotismo, cruce cultural y de negocios. Y  ver los  invitados, ser testigo… con traje de verano (italiano).
Además de ese acto de total novedad, lo que produce mucha ilusión, habrá búsqueda intensa, fanática de literatura canaria.  Menos de  dos días que comienzan el martes por la mañana.

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