Dos universos
: la afectación y triple moral de didácticos muy intelectuales, frente a lo que se ve. Congratulations
Te puedes encontrar a conservadores, apegados a todas las
tradiciones, burgueses muy orgullosos de serlo, que te dicen que ninguno de sus
hijos está casado, pero que “viven juntos”, y le ponen su punto de ufanía al
dictum. En España es imposible no encontrarse con alguien que no vaya de algo.
Todos tienen algo que demostrar y afianzar, antes que nada mucha satisfacción,
da igual por una cosa que otra. A ver si va a resultar que ronda el filogenético liberalismo español, igual de
deificado históricamente por izquierda
que derecha.
Dudo mucho que la generación mejor preparada de la historia
de la humanidad, como pareciera, sea la
hispana, entre otras cosas porque para hallar la media habría que dividir por
varios records: fracaso, abandono, ni-nis, capas analfabetas de áreas completas...
Por qué no se nos casarán los jóvenes hispanos: ¿por ser muy
avanzados y modernos, por sabios e ilustrados, por autenticidad y jamás afectar
credos y ondas de moda… por ser avanzadilla de un nuevo orden social próspero y
ejemplar en virtudes, nueva moral y ¡oh!
nueva antropología?
Es todo mucho más garbancero. No se casan porque ellos “no
firman” y no quieren compromisos ni palabras mayores, el joven mejor preparado
de la historia, necesita sustraerse a compromisos y alteraciones de estatus,
quiere tener un pie dentro y otro fuera,
estar pero no estar, comprobar derechos
y eludir sorpresas. Pero también afectar una imagen de anuncio y playa, que revoque su mediocridad tan palmaria. No toleran la más mínima zozobra,
la posibilidad de fracaso. Que en su vida no se produzca ni un solo corte
simbólico, que todo sea continuidad, intendencia, conservadurismo. Hay un fenómeno
superestudiado en Europa, y es la infantilización de la sociedad. Eternos
adolescentes de padres perplejos, que se inocularon (los padres) –sin pretenderlo- el
Mayo/68 a punto de cumplir los 40 años. En lo que España, por cierto, se sale
una vez más. ¡Record! ¡Tierno país!
Cabe colegir que nada saben de símbolos, ni de mera intuición de lo sagrado y lo profano, de ritos y liturgias, de la función
inaplazable de la belleza. No se casan,
pero luego van a comer con los “suegros” los domingos, aguantan a cuñados, celebran
cumpleaños, es decir se quedan con todo lo indigesto a cambio de otro lecho con
más calorcito. “Vivir juntos” tiene esa
ventaja, que sin ninguna zozobra ni cambio, dispones de más mantas. Desde
luego, ni uno solo vive juntos por morbo de pecado o ilicitud. Es otra economía
y gestión de afectos: tipo microondas.
No se atreven a saltar ni siquiera con red. Tienen divorcios
ilimitados, se pueden casar ante el juez, el concejalato, la Iglesia, el rito
gitano, en una playa de Ibiza, pues ni por esas, ¿qué les dará tanto miedo a
los más preparados? ¡Cómo y por una vez tanto rechazo a tanta oferta!
Delicuescente adolescencia. Todo lo que
intentan, ingrávidos, es flotar.
Casarse implica al menos compromiso, apuesta, aventura –no
modorra y continuidad-, arrebato –irrupción de la pasión y la locura- y
celebración, luna de miel –no vacaciones-, ruptura. Por eso son tan
conservadores, lineales, enemigos de escaramuzas y fiestas, timoratos.
La celebración de la boda
a la adolescencia amorfa y conservadora
le estremece, porque es gasto, derroche, fiesta, descontrol y el grito
de máxima plenitud de ¡pago yo!
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