jueves, marzo 14, 2013

La grandeza de la Iglesia







Carl Gustav Jung, el que fue designado como príncipe heredero de Sigmund Freud, pronto voló solo, estaba casi a su altura. Elaboró las teorías de los arquetipos, el inconsciente colectivo, las imagos y representaciones sagradas…  un sabio.
Jung sostenía que la religión existía porque correspondía a una función psíquica incardinada en la propia naturaleza humana;  sepan los estrechos de mente que se refería a todas las religiones, era además de cristiano suizo (no judío austriaco), un gran orientalista y conocedor de la mitología, la historia de las religiones, el simbolismo…
De un sabio a otros sabios, la elección del Papa ha servido para constatar el nivel intelectual y espiritual del Colegio Cardenalicio. Políglotas, grandes eruditos en filosofía, teología y otras disciplinas. Evidentemente la gran mayoría de ellos podrían hablar con Jung o Casirer o con otros sabios, cosa que la gran masa laica tendría más que  vedado.
La simplificación del laicismo, su falta de recursos intelectuales y culturales sirve para ocupar las cotas de pretendido dominio moral; se trata del refugio de los carentes.
La iglesia está legitimada para oponerse al  aborto,  el matrimonio homosexual  y al control de natalidad, no ya porque tenga  derecho a defender sus dogmas, sino por la profundidad moral y filosófica con lo que lo defiende, son unos contrincantes teóricos  de máxima altura. Por ejemplo no es  pintiparable al vocerío ronco de sus adversos, a los que la vida les resulta tan pesada porque Dios no les garantiza la quietud de la niñez.  Estará la Iglesia  equivocada pero solo  después de reflexionar sobre montañas de libros y cordilleras de bibliotecas con clarividentes monjes y arrojados  evangelizadores, infinitamente más inocuos que  los revolucionarios del S. XX.
Que no sea creyente y que  esté en contra de los postulados de la iglesia, no me coloca en ninguna posición de ventaja frente a ella, salvo que fuera tan estúpido de creerme moralmente excelso/progresista.  Nada de lo que yo pudiera decir  sería novedoso, interesante  o profundo para la Iglesia, en cambio yo sí tendría que escuchar sin límite  sobre lo que saben y experimentan.
En cambio los carentes que saben que su único patrimonio es compartir ideas sencillas de pancarta  echan ahí el resto, porque se saben vedados a intereses más profundos o conocimientos más sutiles.  Yo  con este tipo de gente no hablo ni escucho, por eso me he convertido en un solitario sonriente que desprecia la tosquedad.
La grandeza de la Iglesia Católica se ha visto en la suntuosidad de su liturgia, la monumentalidad del Vaticano (que es la de los símbolos de la sacralidad y de la historia), la belleza inmovilizante de la Capilla Sixtina y en el latido unísono de su universalidad, y en la necesidad de Dios. Es preferible adorar a Dios que a espantapájaros criminales. No hay conciencia de quienes son los subrogados de Dios –que es lo más despreciable- , quienes lo han reemplazado, porque la función psíquica existe. O idolátrica.
 





3 comentarios:

Josep Antonio Pomal i Gros dijo...

Pues claro que la Iglesia es grande: para derribar el muro de Berlín, ahí estuvo el papa Woitila. Para dar un giro a la crisis, un intelectual, alemán. Y ahora un papa americano para la reconquista de América. El que tenga ojos que vea.... Salu2

Anónimo dijo...

Le felicito Jose Mª, magnífico análisis, como siempre usted me sorprende. Saludos de un lector habitual.

José María Lizundia Zamalloa dijo...

ese es el mejor halago que puedo oír, gracias