Entraba en rebiun –catálogos de universidades- (si te
quieres buscar, entras en google, pones Rebiun –rebiun absysnet- y luego pones el autor) para mirar si El Sáhara como metarrelato había sido
adquirido por alguna universidad, sin resultado alguno. Pensaba que por los recortes de las universidades –elegirían títulos poderosos- se quedaría definitivamente
fuera, con mucho más mérito para estar que otros libros míos, por ejemplo de narrativa
que no pintan nada (ULL, claro).
Pero el sábado se produjo la sorpresa, entré y por fin apareció El Sáhara como metarrelato, y lo más estimulante viene a
continuación, en qué universidad, las siglas que no te dicen nada y que resultan corresponder a la mítica Universitat Pompeu Fabra de Barcelona. He sonreído, no
había amanecido.
Si en mi veintena me llegan a decir que iba a escribir y algún
libro mío iba a estar en la Pompeu Fabra,-por su nombre catalán siempre lo asocio/confundo con la
Rosa Sensat (escuela), que es mi
referencia mítica y política- hoy sería bastante
más soberbio y contundente en mi hostilidad. A esa edad seguía sin saber que
podía hacer con mi vida, y sucumbía a
trances reñidos con la autoestima, la claridad, el equilibrio, lo positivo... Cincelé
mi personalidad en la lástima que me producía, de lo que me alegro ahora, (no queda más remedio) y lo único que me
interesaba era armonizar el izquierdismo democrático –ya era un outsider- y la cuestión nacional vasca. Fue igual de
candente y atormentador -era todo (delirio) lo que tenía-, que para Unamuno
la inmortalidad del alma y la
resurrección de la carne, por lo que yo en cambio sentía total despreocupación.
Ha llovido tanto que la Pompeu Fabra, (o sea la Rosa Sensat) significante que refulgía, ya
es acicate para la nostalgia.
Eso fue el sábado, el viernes me enteré de que Línea líquida había encantado a una
catedrática que no me conoce y por ello no sabe lo divertido (y gracioso) que soy, y a otra
amiga, que se habían reído mucho y que la catedrática quería conocerme y venir
un día con nosotros… Pobre.
Sigo con la literatura canaria, voy a la biblioteca, y a la
librería del Cabildo los sábados después
de Mercadona, hablo con Ángel, veo y compro.
Tengo una visión panorámica de los
lomos de los libros, y controlo muchos metros, más de 20. A algún autor lo leo -si se deja- en sus comienzos y mucho después, y así el
arco arquea.
Resulta que el libro de Isaac de Vega discurre parte en el
Sáhara. Premonitorio. Isaac de Vega
en un momento dado me recuerda a Ernst Jünger (no a Rulfo como he leído). Constelaciones
disímiles concertadas, órdenes simbólicos y mitológicos que cifran
la vida, de súbito un realismo de actualidad pasada zarandea aquellos
espejismos y emerge una realidad imperiosa y bastarda. Choque de placas tectónicas, ahí estamos. El quiebro no parece causar daños
irreparables.
De Las Palmas me dicen que mi último libro del Sáhara destaca en la
bibliografía sobre aquel territorio, yo también lo creo.
1 comentario:
De mis lecturas dispersas... En el "Cuaderno Gris" de Josep Pla, cita algo Pompeu Fabra, ¿era lingüista y miembro de la Renaixensia cultural nacionalista? No recuerdo bien lo que decía del Pompeu pero como todo tantas cosas de Plá lo importante no es lo que dice si no cómo lo dice.
Tendré que releer ese libro del que como excepción soy el dueño.
Salu2, EDH.
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