En google se asimila literatura periodística a periodismo
literario pero no creo que quepa asimilarlos. Periodismo literario puede hacer
mucha gente y no tantos la literatura periodística. Quien sí lo supo hacer fue Ezequiel
Pérez Plasencia. Lo conocí a través de nuestro amigo Rafa, primero de referencia
y luego personalmente, de forma breve pero
suficiente para caerme bien.
Ayer cuando subía paré en la biblioteca, debía devolver
libros y sacar otros canarios. Me encontré con El regreso de Calvert Casey
del que es autor Ezequiel, no me gustan las fotos de La Habana desvencijada y
ruinosa como la que aparece en la
portada del libro y que tanto embelesan
en España. Lo abrí y pronto decidí
llevármelo, fue ayer y ya me lo
he leído, a pesar de tener ayer como hoy jornadas laborales acuciantes.
Es un libro perfectamente compuesto y que ofreciendo un
amplio recorrido por la literatura cubana con testimonios de primera mano que
aglutinan el exterior/exilio e interior de forma muy abierta y crítica, no por ello deja de ser un
libro de un viaje en el que el autor tiene un papel absolutamente dominante en
torno a su mundo más personal: anhelos, búsquedas, sentimientos, costumbres y mirada burlona
sobre sí mismo. Todo se entrelaza con suma habilidad, y tiene voz. Tantas
referencias y testimonios literarios de terceros, incluso historias literarias,
no son suficientes para eclipsar al autor o subordinarle. Está él con su
alegría, desazón, proyectos, decisiones ¡y omisiones! singulares completamente a su aire.
Nos cita a Thomas Bernhard -no así a Peter Handke- y a Robert Walser. No todos leen a Robert Walser,
Ezequiel ya tiene madurez para no tomarlos de modelos,
cree en su propio camino, ni a Joseph Roth (otro citado), cuyo periodismo literario
es de lo mejor que he leído, y asombra la claridad con la que ve su propio
rumbo.
Es un libro que logra los máximos resultados, nos deja una visión del mundo
cultural de Cuba muy valiosa, de La Habana -la isla dentro de una isla que decía
Cabrera Infante-, pienso que difícilmente
olvidable, de sus localizaciones tan cargadas de literatura, nos ahorra todas las tediosas descripciones –hay
cruces de calles letras, y punto- , ya que es sin descripciones como los lugares alcanzan
la mayor vibración y aura, porque los encuentros o pequeños acontecimientos se
producen irrepetibles y centrales. Hasta
hay una heroína, y un sexo lejos de lo consabido. La Habana aparece con un
semblante oblicuo y abstracto, sin papagayos, esterlicias y delfines.
Cómo logra alcanzar
tantas cosas… en eso está el arte y el
talento.
Empero 2 máculas. Recusar su sonrojante hagiografía del Ché. Hace 15 años ya se sabía
quién era, está documentada su homofobia, su crueldad, falta total de escrúpulos
y su delirio inhumano de redentor flamígero, como también la frase
final pancarta sobre el "bloqueo
económico y político", que la realidad
refuta y no se corresponde mucho con lo que él ha narrado hasta entonces.
Lo que no sé es de
donde sale el pretendido culto de Ezequiel por
Camus –tampoco vi nexo alguno en su muy lograda
obra premiada con el Rulfo-, ya que las ligerezas de arriba son absolutamente incompatibles con las ideas y lo que representa Albert Camus, incluso con
su biografía. Convendría revisar ese supuesto culto. El “hombre rebelde” de Camus
no es precisamente el Ché que es justo
la antítesis, ya que la de él es la rebelión más metafísica de todas las concebibles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario