Aunque resulte un tanto redundante -y muy narcisista. Que seríamos sin el narcisimo... pues nada- mostrar el libro en el que soy citado y reproducido, indicar que ya tengo un ejemplar de esta versión de bolsillo, solo tenía en tapa dura. Gracias a Jesús Manuel esta vez también.
Celebrada la reunión de nuestra asociación en el hotel, me quedé a hablar con una de las
nuevas incorporaciones y su mujer. Es austríaco y español, bilingüe. Hablamos
de aquel supremo esplendor cultural en su sentido más pleno que
relumbró en la Viena de entreguerras y antes en la época finisecular. Posiblemente
nunca un estallido tan vasto y circular se vinculó a un espacio físico tan
preciso como entonces Viena. Hablamos
de campos de exterminio, de todos los que habían visitado. Yo, de cuando
veinteañeros marxistas y abertzales, preguntábamos provocadoramente en Munich
donde estaba Dachau, y cómo nadie nos lo indicaba, pese a su proximidad.
Quizá nos apuntemos un tanto de mucho relieve en nuestro
primer acto de la Asociación Canaria de Solidaridad con el Pueblo Israelí en
Las Palmas. Hay que conciliar dos agendas y confirmar un ofrecimiento. Pero sí
sale, va ser apoteósico.El enano de gimnasio y el run run apocalíptico
En Termini, al mediodía, mi hermano ya se había referido a los evangelios apocalípticos del pueblo judío. La calle Nokia era un hervidero, Times Square, ni una mesa ni dentro ni fuera. Nos dirigimos a nuestro sancta sanctorum de los lunes: Los Reunidos.
Yael, B y mi hermano exhibían conocimientos financieros asimilables a los de los licenciados por la London School of Economics. Hablaban del dinero real y virtual y su circulación. Nokia era ya una verbena donde tal vez pronto se bailaría el Sirtaki, con platos rotos.
El enano no hacía sino estar pendiente de su sector de barra, pendiente de que nadie (nosotros) le arrinconara. Al salir le pegué un buen restregón, se giró hostil, pero se aplacó en cuanto coligió que su boca estaba a un vaivén de mi codo derecho oscilante, crecido, resolutivo.
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