Los
campamentos de Tinduf se denominan wilaya (provincias) con nombres de ciudades
saharauis. En la wilaya de Smara (la auténtica es la ciudad santa de Ma El
Ainin) se ha rodado esta película. Tiene un
gran valor documental, aunque de curso a una historia, hay una narración bien
planteada desde el punto de vista de los interrogantes y valores puestos en
escena. Acompañada por el juego de emociones que puntúa el crédito artístico que posee la
película.
Sin una
trama trepidante, el film lentamente explora una cadena de inadaptaciones a la
vida real de los campamentos y al marco del metarrelato sobre el Sáhara, que todo lo organiza. El tema, la historia se aparta radicalmente de la épica
saharaui, ya que la
película solo tiene que ver con el futuro individual, la esperanza,
la frustración, la falta de posibilidades y la inadaptación. En definitiva, con todas
las premisas para la invalidación de cualquier epopeya.
Frente a
una sociedad que languidece sin ningún futuro, hay individuos que carentes de perspectivas
pugnan por escapar de allí o por comprar el dios frigorífico, aunque no tengan
con qué llenarlo. El film sorprende porque desde esas latitudes se restaure la
importancia de la vida individual y real, que es la que uno se ve forzado a
vivir, mucho más ansiada en una situación
de postración absoluta.
Si para
muchos españoles su único futuro se prefigura en el extranjero y la emigración, con mucho
más motivo lo será para los saharauis o gran parte del Magreb. Ni la identidad colectiva ni la
épica son agentes de colocación o garantías de una vida digna, ni de la menos
exigente. Siempre ha de comparecer en el metarrelato del Sáhara, que todo lo acota, explica
y determina, el mandato de que el pueblo saharaui debe preservar su identidad colectiva hasta el final, así
lo proclama el mensaje escrito último. El desajuste entre las propuestas de la película, donde ni se habla del Polisario o los marroquíes, y su costreñimiento propagandístico, con mensajes antes y después de la película ilustran de la fuerza del metarrelato.
La
identidad colectiva no sirve para nada, además de ser de uno su necesidad o la importancia
dada. Por ejemplo yo, soy muy de mi origen a pesar de mi sideral distancia, en todos los órdenes, de mi tribu.
La
ceguera política del exilio en el desierto es lamentable, han perdido una
guerra que quizá hubieran podido ganar, y ni NN.UU. ni el gran mantra de que en Timor oriental se consiguió,
ni cualquier otro arcano van a acudir en su ayuda.
Como
ejemplo e hipótesis, si la población de los campamentos estuviera toda ella
dentro del territorio del Sáhara occidental, entre otras cosas tendrían el muro
defensivo marroquí de espaldas, del lado inservible, lo que daría para un
nuevo diseño estratégico y quizá un tipo de "ejército" distinto, sigo con
hipótesis, puestos en lo más extremo. Pongo ejemplos de nuevos ángulos, posibilidades, miradas, análisis o elucubraciones, pero algo. Incluso cabrían marchas verdes
de signo contrario y maniobras internacionales en busca de apoyo a nuevas iniciativas. Como
todo quedó escrito para siempre y solo se ha hecho lo mismo, que desde hace
mucho es nada, queda todo por hacer. Lo que es inaudito.
Tampoco
parecen haberse dado cuenta de que el apoyo de los españoles sigue cayendo en
picado: ni medio TEA y era gratis. Begoña, que ha estado hasta 6 veces en Tinduf,
me habló de la desafección de los más jóvenes.
No disponen de mucho tiempo.
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