G 21: “G” de generación, de géneros
literarios y de género
La dimensión semiológica del G 21 oscurece el contenido
subyacido, que son los autores y sus
obras. El significante ha barrido casi la cadena del significado de la
obra desglosada de sus autores; incluso podría decirse que se ha
emancipado de ella.
En este sentido, G 21 es una propuesta netamente
posmoderna en cuanto prevalencia de la
exégesis y la comunicación sobre la realidad literaria que la sustenta, mientras que esa realidad –la obra de los autores-
parece fervorosamente moderna, en el
sentido liminar o primigenio. De cuando la modernidad, histórica aún, no adivinaba sus límites
temporales.
G 21, “G” de generación,
pero también de géneros literarios Hay algunos motivos que se emplean regularmente para la ponderación del G 21, y uno es que en él confluyen distintos géneros literarios como síntoma éste, según se apunta, de plenitud en la homologación con la actualidad literaria en el mundo. Cosa que parece poco atinado decir.
En estas u otras obras adscritas a géneros, hay propuestos otros argumentos. Los marcos que acogen los géneros se caracterizan por tener acuñado su propio canon, con cálculos, pesos y medidas conforme a una neta tecnología artesanal. Podríamos decir incluso, que la maniera gremial estuviera legislada. Se habla así de obras que serían perfectas o imperfectas – irreprochabilidad o no en las medidas, como en cualquier manierismo que se precie- o de que tendrían el ritmo exigido y exacto para no poder dejar de leerse y que, en definitiva, dadas sus medidas, libres de ganga, cumplirían fielmente con ese canon gremial.
Esta posición ponderadora supone un hachazo a la verdad y función esencial de la literatura vinculada a la alta cultura universal.
Un ejemplo. Seguramente las páginas más inolvidables que leímos en nuestra juventud fueran las que generosa y prolijamente (Proust, Thomas Mann) –ajenas a todos los cánones de medida- nos conducían, a través de páginas muy holgadas, a lo inextricable de la experiencia humana, ofreciéndonos ángulos que hasta entonces ni siquiera vislumbrábamos. O que de hacerlo, no podíamos compartir por ser tan íntima e intransferible su experiencia. ¿Cuánto de aquello sólo fue posible por las páginas “sobrantes”, que el paradigma artesanal rechaza?
Hay una cosa que ni se percibe ni es valorada: las medidas no garantizan, ni mucho menos, las emociones (y la belleza formal) inmanente al hecho artístico. Si la medida es sólo asunto matemático y gremial, no hay obra. Ha de haber bastante más. Las grandes obras con “medida” no lo son por la medida, sino por el “algo más” que acompaña a la medida. Sobre lo que no es fácil ilustrar.
La apertura de la
literatura mundial
La literatura
mundial, cuando la globalización ha afectado por entero a la edición y la
lectura, sigue trepando por los estantes de las librerías como aromática
madreselva que todo lo llena. Tenemos la nueva literatura mundial tamizada por
verdaderos controles de calidad. Hay una nueva literatura incardinada de manera
absoluta en la época y en su denso espíritu, envolvente, desabrido,
desestructurado y radicalmente abierto, pero que nos brinda una honda familiaridad con el
mundo que nos ha tocado vivir. El Zeitgeist nunca ha declinado su deber de
ser testigo epocal (una época
tiene una Cultura) sin dejar de imponer
su dominio. Desligado de los melosos panales de géneros.
Ese gran espejo ampliado de la literatura vigente a escala
mundial, es capaz de refractar como si
fuera un espejo cubista, los ángulos más
esquinados de la experiencia de la vida, o el conocimiento de mundos desatendidos o de sensibilidades antes
confusas o lejanas. Constituye un nuevo prisma
para miradas poliédricas y transversales que ignoran los nichos y las
cuencas de la literatura de géneros. Lo que puede demostrarse en cualquier librería. La experiencia se ha
fragmentado, pero los horizontes,
multiplicados, se cruzan; el tiempo puede no ser lineal pero sí
obsesivo; la ficción coloniza al propio
autor y a su propia vida; los modelos saltan por los aires porque la expresión
ya no puede ser la misma, –ni la
sensibilidad posee los mismos estímulos-; la fabulación se apropia de
mayores competencias; los géneros se
fusionan e igualan; el mestizaje arrasa; la literatura pasa a ser asunto de nómadas
y merodeadores: aventureros, autores
audiovisuales, publicistas, plásticos que transitan con sus técnicas a la narración literaria. Aparecen
miradas literarias radicalmente
distintas. Algo en lo que hay
acuerdo entre premios Nobel como Coetzee,
Herta Müller o Elfriede Jellinek, quienes nos advierten de que la
literatura está en manos de escritores obsesivos y enfermizos, aferrados a
su lateralidad. Ellos incomodan, deprimen, conturban, abruman,
inquieren…
De la literatura en estos tiempos, incluso aquí en Canarias
aún se pueden esperar sorpresas y algún
latigazo. JRamallo cumple en principio
con este requisito y lo da. José Rivero Vivas lo ha venido cumpliendo desde que
su excepcional talento se puso en marcha, la literatura de mayor singularidad,
altura y exquisita nobleza formal.
El repliegue local a los génerosEn los géneros no parece que existan brumas, discontinuidades, incertidumbres, estrategias cínicas, autocompasión, nomadismo literal o figurado, mundos descentrados, viejos jóvenes, profesores cancerosos y cascarrabias, salidas por los extremos y rupturas…hasta donde yo sé –no soy lector de géneros- apenas existen o son irrelevantes . La subjetividad desenfrenada e inquisitiva es sustituida por esmerados encuadres en los entrelineados de planillas y plantillas; y otras estrategias de funcionalidad que, ni siquiera disimulados, son precisamente los valores más elogiados de esa literatura de géneros.
La hiperdulía a la sistemática, a categorías, baremos, planes de ruta y precisas clasificaciones que en el acto de hacerlas ya están diciéndolo todo sobre la obra, una vez inspeccionadas medidas, pesos y acabado según los manuales de los talleres artesanales, es una realidad notoria al que no es ajeno el expediente del G 21.
Aunque la hiperdulía crítica y sistemática que representa el G 21 con su apriorismo y golpe de efecto, no es subsumible bajo el prisma de la nueva crítica americana, si es deudor de ella en lo que concierne al valor de la sistematización crítica que sobrevuela al mismo fundamento que lo permite. La literatura entonces no es más que su hermenéutica y así el G 21 (el gran operativo del Editor eficaz) se viste posmoderno (aunque sólo sea por fuera).
Cuestión de género
Hay una genealogía de pensamiento que arranca, impregnada de Heidegger, con los estructuralistas y finaliza en los posmodernos. Éstos son buena parte de los responsables: Lacan, Kristeva, Barthes, Derrida, Foucault, Lyotard, Braudillard… Se trata de franceses básicamente, que desembarcan en los departamentos de letras de las universidades norteamericanas. Para empezar, han relegado la filosofía a narrativa. Además promueven el eclipse de la razón y la idea de verdad universal, dogmas sagrados de la Ilustración.
Los departamentos de literatura de las universidades norteamericanas abatieron el tótem patriarcal (machista, colonial, blanco y heterosexual) y de paso aquel famoso logo-fono-centrismo derridiano. La hermenéutica y pautas críticas se compartimentaron en torno a las nuevas fuentes de legitimación. En consecuencia, la literatura pasó a ser de “mujeres”, “colonizados”, “gays”, “minoría étnicas”... bajo la carpa de mayor jerga (jeroglífica) crítica nunca antes conocida La verdad desparramada se hizo ubicua, multicultural y relativista, es decir, posmoderna.
Contra este estado de cosas se han levantado prácticamente en armas Harold Bloom, Tzvetan Todorov, Muñoz Molina y otros.
Pero una cosa es el estudio y la preminencia otorgada a la crítica literaria y otra el sesgo de la literatura actual, que hemos tratado de reflejar más arriba, y que fluye al calor de la vida que en lo sustancial no se deja compartimentar.
Curiosamente el G 21 ha recibido una imputación reiterada: la falta de acogida del género. Ni una sola mujer. A fin de cuentas, otra cuestión candente de la formalización de la posmodernidad. Era lo lógico.
1 comentario:
Pues habrá que leer alguno. Siquiera sea como tributo al eficaz editor ...
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