domingo, junio 24, 2012

Fue muy raro y no sé por qué lo hicmos

Fue muy raro y no sé por qué lo hicimos, cuando jamás salgo de día  a la calle, igual por eso, por querer cambiar.
A las 20 horas estábamos en la zona portuaria del valle de G, antes del túnel, debajo de la autovía: viento y  chanclas, camisetas y pantalón corto, a modo de uniforme masculino. No sabíamos bien que hacíamos allí. Vagabundeamos por toda  su zona interior, de espaldas al mar, como sociólogos, como antropólogos materialistas empero existencialistas.  Entramos en un bar a las 21 horas, las paredes lucían verde pistacho eléctrico igual que el campo de fútbol de la televisión, una sensación rara y desconcertante, de campo vertical, no había nadie y de pie vimos el gol de Grecia y el segundo de Alemania. Era difícil concentrarte porque las paredes te prolongaban el campo, pero no así  las jugadas, por lo que te perdías una y otra vez. Así que me puse a hablar con el dueño de uniforme: chanclas, camiseta y pantalón corto. Mis pantalones de color amarillo eran la transición ideal entre las paredes y el rectángulo simplemente vibrátil, era un conjunto cromático brasileiro, cítrico.
Como tenía ganas de hablar de fútbol, por una vez me urgía comunicación/comunión, le dije al paisano: “¿Es una final?”, mientras lo aventuraba me di cuenta de la imprecisión. Me miró como si estuviera ante un lunático.
-          Quiero decir que no es una liga por puntos- traté  de enderezar.
-          Es a partido único- me respondió.
-          Ah, ya sé, son los  que se tienen  que acabar en el mismo día, sea con prórrogas, sea  a base de penaltis, de  monedas o lo que sea, sí, ya, los conozco.
Me miró con displicencia y fijó la vista en el rectángulo vibrátil y más exprimible. Decidimos volvernos a  casa, a nuestra verdad metafísica: a la calidez de un buen televisor de tamaño mediano.


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