Ayer subimos a la zona de los acantilados de colonias y urbanizaciones por encima del gran hotel, fue una cena muy agradable, nosotros cuatro y dos amigas. Yo no comí nada, me he acostumbrado, mientras los demás cenaban yo permanecía en la mesa con los brazos cruzados. Bebía de la lata y eso que había una cristalería imponente. Cuando salgo, solo bebo cervezas, después, de madrugada en casa ceno frío.
Tomaron el postre, momento en que decidí pasarme al vino. Come algo, ¿no vas a probar nada? Tienes que comer. Al rato nos sentamos en el salón, yo seguía fiel al vino y al ayuno.Algunos tomaron gin tonic y se fumaron unos porros -dos – que los tenían contados, por lo que daba la impresión de que eran lights o digestivos. A no ser por Fer, que lo desmentía, al que nada más llegar le dije: "te has drogado". Me sonrió aquiescente.
Sentado en un sofá y ya de madrugada, con el vino me puse a comer jamón y queso, como si estuviera de bares por la zona de la Plaza de Las Ventas de Madrid. Más de una hora después de que todos hubieran terminado. Es una cuestión de biorritmos y de morosidad en distintos pálpitos.
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