No encuentro ni rastro en internet de la manifestación. La primera vez, en 1975, no existía el más mínimo sentimiento de simpatía y solidaridad con los saharauis, y sí de desprecio e inquina al “moro” (acuñado por el racismo español) marroquí, pero después de tanta construcción de apoyo, ayuda y solidaridad, con tanto hincapié en su demostración (en el ambiente de cada cual) parece que se asiste esta vez a otro abandono más serio y descarnado: el de sus propios amigos animadores. Éstos en cualquier momento podían desentenderse del denuedo en su particular lucha (para que otros luchen de verdad), las víctimas de la historia no.
Unos ponían la aparatosidad, su propio virtud solidaria y maximalista, con apoyo a tesis de principios de justicia proféticos, muy por encima por tanto de la política, en cambio los saharauis han de ser a la fuerza políticos (no disponen del lujo de no serlo).
El estancamiento, la falta de horizontes y motivaciones, la impotencia y la frustración hacen que unos puedan abandonar la pista, por esos mismos motivos, mientras los arengados hayan forzosamente de permanecer en crisis humanitaria crónica.
Qué se podría defender un futuro más justo y posible para los saharauis, de manera completamente diferente y eficiente… por supuesto que sí, pero habrá se ser cuando todos los que les abandonan –tenían su propia apuesta, la única que les motivaba-, hayan definitivamente dejado el barco.
Me costó descubrir el mundo anglosajón.
Hay un pensamiento, tras el cual resuenan Oxford y Cambridge, que siempre fascina por su forma conceptualmente rigurosa, diáfano como si el pensamiento científico lo trenzara, de extrema claridad expositiva en su trabazón lógica. Los autores ingleses tienen esa rotundidad, despojados de toda sofisticación y sesgos metafísicos.
El ensayista más interesante –dicen, tras George Orwell- de cultura enciclopédica, de vida trepidante e intensa, original y deslumbrante, ha sido Christopher Hitchens.
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