Todo parece indicar que mi presentación dentro de cuatro semanas en el Club de Prensa Canaria de Las Palmas va estar animada. Me han mandado desde Las Palmas las entradas a un artículo sobre la descolonización del Sáhara en el que alguien me tilda de personaje siniestro. Lo colgué el viernes, ahora con más entradas, hasta 8.
http://www.guinguinbali.com/El viernes tras dejar los pertrechos, ya de noche nos encaminamos a tomar cerveza de trigo al bar del Villa Cortés de Las Amèricas. Nuestra tendencia a rebasar la frontera de la barra, hizo que fuéramos bien recibidos por el sector de la hostelería. Que tal, otra vez por aquí…: en casa.
Ayer saludamos a la uruguaya Mariela, de otro bar. Eran algo más de las 14 horas y la terraza no estaba ni al 25% de ocupación, pero la actividad era compleja y encarnizada, parecía la BMW de Munich, el taylorismo, Noruega...
Acostumbrado a la morosidad y somnolencia capitalinas, a la estructura herbívora de un epicureísmo asiático – la ataraxia, a dos karmas del nirvana-, aquello era productividad, rendimiento, nueva frontera, iniciativa, progreso, petróleo.
Ayer noche regresamos temprano al hotel, la tercera edad inglesa bailaba al ritmo de La Barbacoa (Georgie Dann), y se constituía en cuerpo de baile con No rompas más (Coyote Dax).
Nos quedamos en el salón, todos de pelo albino o nevado, salvo una pareja de jóvenes borrachos, que a punto estuvieron de desgraciar a algún anciano. Bailaban el twist de cuando novios.
Yo era Pelo Negro.
Era el ambiente tan divertido y desinhibido, la música tan pérfida, la vida tan paradójica y extrema, que me lancé solo con aquellos jóvenes de hace 50 y 60 años, casi coetáneos. Emprendí unas ejecuciones del cabaret. Daba pasos para adelante para luego desandarlo, mientras movía mis brazos como péndulos. O hacía otras figuras súbitamente nerviosas para pausarlas después, descomponiendo estructuras rítmicas. Me ocultaba tras las columnas y luego reaparecía por la izquierda o la derecha, según, buscando la sorpresa y la aleatoriedad.
Ayer saludamos a la uruguaya Mariela, de otro bar. Eran algo más de las 14 horas y la terraza no estaba ni al 25% de ocupación, pero la actividad era compleja y encarnizada, parecía la BMW de Munich, el taylorismo, Noruega...
Acostumbrado a la morosidad y somnolencia capitalinas, a la estructura herbívora de un epicureísmo asiático – la ataraxia, a dos karmas del nirvana-, aquello era productividad, rendimiento, nueva frontera, iniciativa, progreso, petróleo.
Ayer noche regresamos temprano al hotel, la tercera edad inglesa bailaba al ritmo de La Barbacoa (Georgie Dann), y se constituía en cuerpo de baile con No rompas más (Coyote Dax).
Nos quedamos en el salón, todos de pelo albino o nevado, salvo una pareja de jóvenes borrachos, que a punto estuvieron de desgraciar a algún anciano. Bailaban el twist de cuando novios.
Yo era Pelo Negro.
Era el ambiente tan divertido y desinhibido, la música tan pérfida, la vida tan paradójica y extrema, que me lancé solo con aquellos jóvenes de hace 50 y 60 años, casi coetáneos. Emprendí unas ejecuciones del cabaret. Daba pasos para adelante para luego desandarlo, mientras movía mis brazos como péndulos. O hacía otras figuras súbitamente nerviosas para pausarlas después, descomponiendo estructuras rítmicas. Me ocultaba tras las columnas y luego reaparecía por la izquierda o la derecha, según, buscando la sorpresa y la aleatoriedad.
1 comentario:
¿Usted siniestro?AJAJAJAJAJAJAJAJAJA
Entonces es que no le conoce...
Por lo menos ha leido su libro y l ehace propaganda (aunque sea negativa), eso tendría que agradecerle que hablen de uno aunque mal.
Salu2 EDH.
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