Así, cuando disponíamos de los últimos momentos de placidez, Rafa me dice “en la parte marxista de tu post comentas...” lo que equivale a reconocerme identidad. Ese soy yo. Efectivamente, todos tenemos nuestro background, pertenecemos a una cultura, un ethos, unas concepciones morales, un tipo de pensamiento... de los que estamos colgados como los murciélagos.
Lo venía haciendo bien, en mi medio soy una figura esquinada, que si se encuentra con las pocas personas con las que trata, normalmente se divierte. Entretanto floto.
Esta semana alguien que ha regresado provisionalmente a cubrir una plaza (amiguete), me pidió la opinión sobre las elecciones y sobre un partido bisagra. “No me interesa la política”, le contesté. Como puso cara de perplejidad, le dije que me interesaban las ideas políticas pero que gestión, parlamentos, partidos… nada. Me lo quité de encima sin opinar. El Ex ministro cada vez que me ve, me indaga sobre acontecimientos políticos, sin que obtenga una sola valoración por mi parte. Es evidente que no habrá más preguntas ni indagaciones.
Hay uno en el Fnac (amigo) que siempre me comenta cosas y con él que hablo, con él y uno o dos más. Mi ambiente matinal es muy predecible y francamente nada interesante. Tengo a favor mi mala fama de facha, por lo que no hay riesgo de desencuentros.
Hoy, como un estúpido, me he metido en el fregado de los derechos y la huelga, sobre lo que escribí más abajo sin que tenga nada más que añadir. No escarmiento.
Lo peor ha sido llegar a casa y recordar, encima con amargura, que en la cartera llevaba dos libros que me deberían haber sacado del atolladero (jamás hubiera ocurrido, pero bueno).
Porque es imposible llegar a los libros, ni a una sola línea de ellos, ni a la primera.
Aquel mundo de libros, citas, discusiones, curiosidad, análisis ha sido completamente derruido. La lucha es desde principios sagrados.
Había comprado poco antes a Ulrich Beck y a Edward T. Said (palestino, figura avalista de la OLP en EE.UU y Occidente, historiador). Comprado por el presidente de la Asociación Canaria de solidaridad con el Pueblo Israelí, que resulto ser yo. Entre mis méritos y el entorno apenas me queda identidad. Gracias a Rafa me queda la parte marxista. El número del DNI o el de la calle, que es una barbaridad en estos tiempos.