martes, abril 15, 2014

La táctica Oktoberfest

El día primero  de la boda (semana casi) miércoles  se ha producido overbooking, las lanzaderas para subir a la finca se habrán de emplear a fondo.
Ayer recluté a Yisas para que con los italianos improvisemos  (espíritu Oktober) atenciones a los invitados, trato familiar,  simpatía, proximidad  y algunos platos que se acometerán con máxima creatividad. Tenemos a Yisas reconvertido en gran chef que es  hombre de recursos, al dueño de uno de los bares  del Palio de Siena, Antonella  que hace eventos, y a Serena  máxima cocinera italiana. Por cierto, Yisas a sus 60 años va corriendo desde la Playa de las Teresitas, subida al mirador incluido, hasta Igueste de San Andrés. Y vuelta.
Amparo me dice: Yisas dice que tú sí que caminabas ¿ya no?
-          Mariconadas, ayer bajamos andando. Mis grandes empeños siempre los he orientado a enormidades. De adolescentes, en verano mis amigos iban al pueblo de al lado en tren y yo iba por monte, cosas así.
A mí los retos oktoberfest me fascinan, pero  lo divertido y bueno siempre acaba por ser reprimido que es lo que me pasó a mí, cuando estaba en puertas de crear un clásico, al que nadie faltaba y que alguno me reprochó no haber sido invitado.  Me acuerdo de ir con Kamenev  a Alcampo a horas en que nunca estoy en la calle a comprar botellas y viandas, con idéntico espíritu que los guateques. Con Los Brincos también.
Correo de mi hermano.
Querido hermano: deseaba regalar a los novios algo de nuestra tierra: una mantelería, un timple… o incluso una porcelana de Lladró que tuviera  reservado su  espacio en el salón del hogar que construyan, pero imponderables económicos me  impiden hacerlo con la singularidad que merecen. Así las cosas, y en compensación pienso entregarme a participar y a dar lo que puedo ofrecer, que es música.
He decidido, dada la potente instalación musical que contará el sanguit el viernes (de boda), acompañar con el mayor esmero a  Amparo y a Nuestro Amado Líder. He intuido que participar, involucrarse, dar a los demás puede ser una experiencia gozosa, aunque algo  inédita para mí,  lo mismo que observar conductas colaboradoras, concertadas, armoniosas, socialmente constructivas, desprovistas de irritabilidad y de esa censura previa de que nada merece entregarse   a los otros.
"O en todo caso de manera muy acotada y efímera, como un encendido parlamento  entre abstracción y ausencia" confiesa imitándome.
Al parecer, un cristiano como mi hermano no aprendió nada de la Última Cena ni de la Vida de Jesús,  es muy sintomático que en aquella cena el Mesías (cristiano) compartiese la comida, y que la comida fuera sacralizada a comunión y esparcida indiferenciada entre los fieles.
La mayor traición que puede hacerse al mensaje de Cristo, es el rehusar  a compartir la comida (el NO MENÚ  -él por libre-  como significante evidente, inamovible, traumático), que es  comulgar con los demás, y elevar las más desmedidas fronteras simbólicas a toda comunión y participación con el “hacer puchero –carne básica, elemental, primaria-  aparte”. En esa escena primordial que diría Lacan, se muestra  el resumen, matriz, símbolo del que habla y  actúa como inminente  concertista - primera figura en el Lincoln Center de NYC. Pero ese viernes toca acompañar  en los teclados y resulta que hay que ensayar, que ha de hacerse con el mejor espíritu, con mínimos de trabajo en común,  sin asomo de irritabilidad, molestias, irreductibilidad y actitudes histriónicas. A qué sí, hermano, tengo plena fe en ti.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

«una boda hace ciento»
Puede que w en la boda casen a su hermano. Vigile bien que ella no sea euskaldun, que la pareja vasca/maketo no hay cobre que lo resista.

Saludos edh

Anónimo dijo...

LUcIAN!!!!, SIENDO COMO VA SIENDO LA COSA Y DEBIDO A MI PROXIMIDAD, EN ESTE NUESTRO SUR, EL MIERCOLES POSIBLEMENTE ARRIVARE....(DE ARRIVER)

BESOS-...


R.W.