Donde las camareras anti heteropatriarcales pero también heteromatriarcales
El
jueves comemos en la Castellana cerca de nuestra embajada, porque la cita es a las 14,30. Es un sitio que conoce E. de
yuppis, que comen ligero y consideran el alcoholun tipo de lejía o
matarratas. Los hedonistas peor vistos se injieren una caña, como si lo hicieran por costumbrismo. El servicio es de
predominio latino, o sea friendly, y trato de corregir el rigor puritano de la
bebida. Tras la siesta en nuestro barrio de Lavapiés nos recorremos Madrid. Se
trata de cenar en Chamberí, en una antigua carnicería, donde hay colas y
extranjeros.
El
túnel de la humillación
E. nos
llama, “ya pueden venir”, estamos esperando en un bar tradicional de clase media
madrileña, afable y dada a las
conversaciones ora laborales ora vecinales. Cruzamos. Hay colas para entrar, está a reventar, los niños
están al otro lado del mostrador, pero hay que pasar por debajo de ese mostrador.
Mis articulaciones, mi sobrepeso, mi edad me laceran como si fuera una rata
atrapada en un cepo. Disponemos de un metro cuadrado para cuatro, estamos entre
el mostrador y la pared, pero es que hay gente al lado de la pared. Me dejan un
taburete, digo que me voy, pero no me dejan, además solo puedo escapar por el
túnel de la humillación. No es apetecible pasar nuevamente por la
experiencia de rata. Traen los manjares, mínimos, yo digo que yo solo voy a
tomar vino, “pero si nunca he probado nada parecido”... hacen esos comentarios
abominables. Termino el vino y me pido otro, al otro lado se han puesto los
niños, pero como todos estamos cerca de todos y enfrente de todos, me miran
como el bebedor de Cezanne o Matisse (ahora no recuerdo). Me vuelvo a colapsar
en el túnel de la humillación. Voy al servicio, y les digo me voy enfrente. Ya
no se resisten. Vuelvo al bar de enfrente, me pido lo más tosco y quitahambres: pimientos verdes y me sacan una fuente y chistorras y me ponen otra fuente, y
eso que me ven solo. Amisto con un
camarero ruso, Pavel. Llegan ellos y ya estoy en el gintonic.
La
prueba a los taxistas
El 75% son del Madrid, el 25% del Atleti. 2ª
prueba: Ramoncín o Rosendo.100% Rosendo, 0% Ramoncín. Entró al comercio de mi amigo Faisal de Bangla Desh ya en el
barrio, le digo que me llamo Embarak Abdullah,
le hago gracia. Ayer me despedí de él entrando cantando con el puño en alto la
canción de las marchas de los derechos
civiles We shall overcome
Horror en el Reina Sofía
Toca más guerra civil hispana. Dos pisos de
tema, vemos algo interesante, sigo acertando con los autores y hago didáctica
con Duchamp y algún otro. República española por doquier: cancionero,
documentales, ya hay hartazgo generalizado. Enfrente del Guernica la Pasionaria
arengando, la criminal estalinista y xenófoba como nadie lo ha sido en la
historia de España. Pero luego aparecen toda la banda de los cuatro: Líster, el Campesino... Vayámonos de esta
checa, no salgan los milicianos.
Terraza de altura en lavapiés
Comemos muy bien junto a la Caixa fórum.
Nuestra casa es una maravilla. Salimos al atardecer. Vamos al lado del Mercado
de San Fernando de nuestro barrio, a la terraza de la Uned -esa de arriba- y una iglesia
semiderruida, lo que le encantaría a Pasionaria si es que no tuvo nada que
ver en ello. Ves el cielo de Madrid y el
verde de Madrid al sur, nunca hasta ahora me había fijado que Madrid básicamente es un
bosque. Los camareros se dejan barbas, tienen CV cuajado de gimnasios, son
diestros y conjeturas que alguno de ellos pudiera ser heterosexualpatriarcal.
Las que no la son en absoluto las de donde vanos a cenar, el antiguo El Imparcial
(zona Joaquín Sabina). Esas eran empíricamente enemigas de clase de los
heterosexuales patriarcales y matriarcales a la vez. Llevaban cortes de marines
de nuestro país. Paramos dentro del linde a tomar un gin tonic. Algunos parecen
heterosexuales. Pero sin efusiones que
los heteros no acostumbran en Madrid.
Ian Gibson
Nuestro ilustre convecino
He escrito mucho y leído en nuestro domicilio
de Lavapiés. Nunca he estado en mejor barrio, los asiáticos trabajan todo el
día, los negros ocupan las esquinas, los castizo jubilados los bancos y hablan
con los negros, los mozarabís son más espectrales, los jóvenes ya son
multiculturales y mezclados, y eso da gusto. Otra España, observo que las
hormonas no entienden de pigmentación y hablan un español idéntico
Vamos a por viandas al mercado del barrio
para USA, es la 1 y está Ian Gibson hispanista historiador tomándose una caña,
con una maleta, o viene o se va, pero es también del barrio.
Comemos en la plaza de La Paja, no puede concentrar más alegría el bosque
Madrid, está deliciosa como otras tardes en la plaza del 2 de Mayo de Malasaña y
otras en otros sitios. Esta es la vez
que más me he fijado en la arquitectura
de finales del XIX, tan compacta y extendida, con tanto sesgo propio,
los balcones, la piedra y el ladrillo,
sí es comparable Madrid con París. Me quedo en Santa Bárbara no en la Cruz
Blanca como mal escribí, esperando que terminen las compras,
cenamos en Conde de Xiquena, el dueño es
un pijo, el sitio muy bueno, el más listo en presentir su biografía es E., la
más inteligente, imaginativa y plausible, y S no, porque no es hispana.
Nos vuelven a preguntar de dónde somos, porque
no nos sitúan. Lo que me hace feliz. S. conoce 57 países E. ha pasado de 30. S.
ha sacado la plaza que quería en Los Ángeles, (de momento congelada, están que
se salen) nos cuenta momentos de riesgo en Ruanda, Uganda y Bruselas el otro
día. E me repite todos los días que podía escribir en la prensa nacional, y de
mi carácter dejado, que siempre digo cosas interesantes y originales. Dice que
epistemológicamente soy de izquierda como todos los que fuimos y escribimos, no
ideológicamente. También comenta lo rápido que escribe sus artículos, por lo
que le reconvenimos. Si hay juicios de quien me fíe son los de él. No necesito de
nadie sin embargo para saber que mi última acometida sobre el Sáhara -este verano
terminada-, sí que va a suponer una verdadera ruptura epistemológica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario