los míos
Dos llamadas, una la hemos hecho a Fer para decirle que estaban operando a Serena otra vez, un
accidente, y XY acaba decir las dos veces que ayer llegué a las 4 con 65 años. Yo estuve
muy fluido, el otro vasco nada. Pedía
las cervezas sin haberlas terminado. Estate tranquilo que las camareras no se van a
escapar, y además si les pides más cervezas siempre te las traen, ¿no ves que a
ellos les interesa? Un razonamiento
impecable, pues nada. “¡Otras dos!” “No hagáis caso, solo
cuando nos las hayamos bebido”. Estábamos en mi feudo absoluto: Los
Reunidos. Vamos a beber de manera sucesiva y no simultánea que además es
imposible, porque a la fuerza también tendría que ser diacrónica y no
sincrónica. Salvo que vayas a Magaluf (Mallorca) con los holligans salvajes, y te apliquen dos
chorros simultáneamente a la boca.
Mi procedencia: el Caucaso
Viene mi hermano, con su insignia de 25 años de abogado.
Sintomáticamente yo carezco de ella. Ni fui, ni la pedí, cuando me gustaba llevar pins.
Virgil (40 años de Virtud para con el débil e intrahistorias conexas) debió hacer un
ejercicio de vanidad enfermizo, citaba a gente pero para hablar
de él. El hombre Atocha. Aquel suceso
circunstancial y resultante de una confusión, lo han convertido parece en la batalla de las Ardenas o Guadalcanal. Es
también la mayor gloria de la abogacía española. La hipostasis de la abogacía y el comunismo tierno. Nadie se ha fijado en ello. Es alucinante esta epopeya que
a los canaritos les deja sin respiración -lo he visto-, como vasco produce
carcajadas, y las diferencias que hay entre madrileños, y me dicen canarito porque yo nací … y vascongados.
Pero seguimos en Los Reunidos, el vasco va y tira un vaso de
cerveza, que cae sobre mí y sobre su iphone 6 de mil euros. Mi hermano la aplica unas servilletas secantes y el iphone y se
salva.
Pero antes me enseña unos guasp y en uno leo “CUADRILLA”. “No puede ser, puto vascongado”; “Cómo qué no,
mírales: Fulano , mengano, el otro y
éste está casado con una Lizundia, que es de Abadiño como tu abuelo, y
seguro que sois pariente, Cuando esté
con ella te voy a llamar para que
habléis. "Cuadrilla" en el selfie le saludan puño alto. Me empieza a recitar sus
apellidos vascongados. Tienes uno
dudoso, yo no, y tengo más, le corrijo.
El ve “Arriba y abajo” o algo así, lo del cocinero vasco que
casa con una sevillana y el otro día vi que decía antes de la boda: Eres lo que
más quiero…pero después de la cuadrilla
-Yo no tengo cuadrilla- le digo
-Tú sí tienes
- ¿Me vas a decir si tengo o no? Algunos murieron y del
resto me separé, yo no tengo tratos.
Ahora hay dos que han contactado y ni les he contestado. Ha pasado mucho
tiempo. Aquello lo conozco y me aburre mortalmente todo.
-Tú tienes cuadrilla, siempre se tiene.
-Por eso no veo jamás a nadie
-Me he vuelto un
viejo verde- me confiesa.
-Ya se te nota, sino serías un anormal y un enfermo- Pienso
en mi hermano que aborrece a las tías buenas jóvenes.
La pasarela de
la Noria
estaba realmente espectacular,
incesante, ascendente chispeante,
acariciante, anatómico-forense, crujiente.
Son más de la tres, a la salida en parking de debajo del puente de mi íntimo
Ahmed, el Ait-baamran, pero estaba hoy Omar, saharaui tekna
del sur de Marruecos, como todo el mundo sabe menos los ignorante amigos del Sáhara los tekna con saharauis marroquíes.
Se llama Omar, me da la mano como si le hubiera salvado la vida. Le doy dos
euros, gracias, gracias. Menos gracias,
que me tienes que devolver un dólar.
Pero ahora es de madrugada y enfrente está el coche de la
policía municipal. Y debajo del puente una hilera de lucecitas verdes taxistas,
que hacían un bocadillo. Ellos y la municipalidad, como si fueran a comisión. Me pongo en el lugar de Lenin: ¿Qué hacer? Me
acojono o juego a la ruleta rusa. Me
paro delante de ellos a maniobrar con el
móvil, para darles a entender que tengo la
concentración y atención despierta
o que estoy de servicio (con pantalones cortos, mi nuevo uniforme de navegante). Miro al
vasco por si viene dando tumbos. Parece que no, pese a
que está borracho. “Entra bien en el coche”, le
urjo. Dudo entre meterme por debajo del puente y dejarles a babor, -o
pasar cerca de ellos. Es más convincente. Me miran pero yo les ignoro.
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