sábado, febrero 01, 2014

Para Elena el post perdido

 
En un mundo ausente de Dios, Dios
Tenía 20 años apuntalados en un dogmatismo feroz, y opiniones para todo (el ser marxista te lo permitía, podías  mostrar la verdad subyacente de cualquier cosa), pero siempre había una  cuestión ante la que callaba,   era cuando se discernía entre agnosticismo y ateísmo.  A los 14 años, en la tercera fila de los jesuitas, un día  durante  la misa tuve la certidumbre (definitiva) de que Dios  no existía.  Luego nada tenía que decir, era una evidencia íntima mía. Nada se desplomó, pero en cuanto apareció la reivindicación nacional de forma  ya movida  y el marxismo, de inmediato me apunté. Fue la típica sustitución. Algo muy estudiado: la transferencia de la religión al nacionalismo y al comunismo. También me gusta mucho lo que dijo George Steiner de la “sed de absoluto”, ese ansia humana tan lúgubre  como cierta. Recuerdo que si veía películas en las que el meollo de la vida concernía a cuestiones colectivas: militantes absorbidos por cuestiones de  clase o patriotas por la liberación nacional, estas suponían marcos de vida de auténtico sentido y justificación. Por ejemplo la Historia. La religión a su lado no era nada.  En el sentido de la  vida  lo que se busca es el torrente que la arrastre.  Me daba pánico la gélida soledad individual, sin sentido, que terminé por aceptar
No creer en Dios te vacuna del anticlericalismo y debates estúpidos. Los más religiosos que he conocido han sido los de izquierdas, con su rencor a Dios. Dios les parece insuficiente, difuminado, dudoso,  no omnipotente… de ahí su odio,  por el silencio a sus demandas dirigidas a un ser omnipotente que los proteja y pastoree. La frustración de las máximas demandas religiosas es la peor. No se lo perdonan nunca. Ni matando curas ni quemando iglesias. Atribulada, atrabiliaria,  atávica izquierda ibérica
Hay que tener en cuenta que una ideología que antepone lo colectivo a  lo individual, y la tutela y seguridad del Estado    a la libertad, no puede sino embalsar las mayores   vocaciones de súbditos o feligreses.
El ser humano es demasiado pequeño para el cosmos, para una naturaleza exterior que le es extraña. Si el ser humano es el único capaz de simbolizar, de vincular símbolo a sentido y comprensión, es evidente que no puede funcionar del todo  sin  la estructura mítica y  religiosa inscrita en su propia  naturaleza. Están ahí.  No eran pegatinas que poder despegar. No hay más que ver los subrogados y derivados  de dios y la religión que es capaz de engendrar  el mundo actual, como la pervivencia  constante de ancestrales latidos míticos y hasta mágicos (animistas).  La izquierda en su incultura basilar (ya sin intelectuales) edificó su ideología sobre los siglos XVIII y XIX: mecanicismo, materialismo y positivismo. Ni se enteró  del S. XX: psicoanálisis (sí cuando tuvo intelectuales) ni del  simbolismo, la semiología, lingüística, historia de las religiones y mitología.
La visión de la religión de la izquierda es la del S XVIII: un “oscurantismo” neutralizable con  un buen  megáfono.
Como dijo Jung existe en la psique  humana una función religiosa y un mundo de imágenes sagradas y símbolos  (transculturales).
Cada vez más, veo  en el acto de extinción de nuestra propia vida la aproximación a una imagen incandescente que habita en la mayor intimidad de nuestro ser que es el espíritu –tan íntimo que nos expande-,  en ese último acomodo  en nuestro confín más hondo, encontraremos un punto de sustentación que es  Dios como proyección nuestra, y por tanto latido humano que nos religa con la humanidad. La religión es el único  guante de la psique humana. Carece de mérito creer o no creer, la imagen es aquel hálito anticipado.
El pueblo judío  ni se plantea la verdadera existencia de Dios.  
 

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Esa imagen incandescente, ¿Por qué tiene qué ser una mera proyección del hombre?

Y podrá o no tener mérito pero con la creencia en Dios, encajan las piezas del puzzle del espíritu.
Saludos EDH.

José María Lizundia Zamalloa dijo...

a estos efectos soy kantiano y Dios pertenece al noumeno, la cosa en sí, inaprehensible para el entendimiento humano, de lo que no se puede hablar, y que nunca me interesa hablar,
pero haremos una excepción. Hablar de Dios es harto problemático, pero no del hombre y de él sabemos que tiene una naturaleza, su psique con sus funciones que se ajustan a la creación de dioses. Pienso que está condenado a hacerlo, y que no para en empeños incluso grotescos. ¿Qué podemos hablar de Dios?
Tras el espíritu desde luego siempre aparecerá dios, en última instancia, más allá de una suit o un poema. Si el espíritu es igual de humano que la materia, encajan todas las piezas

Anónimo dijo...

Muy kantiano. Dios como causa tras todas las causas que la mente humana no puede dejar de plantearse. El hombre siempre se topará con Dios para negarlo o afirmarlo. Esa chispa divina va en nuestros genes.