jueves, febrero 28, 2013

La fabulación del juego

Este es un campo  ajeno a la más mínima crítica, reflexión  y análisis, con un corpus doctrinal prodigo en lugares comunes, estereotipos  y recitaciones. Pero sobre todo en ensoñaciones, simulacros y juegos.
Prudente  huida de las librerías,  un mercado global con ofertas más sugestivas que nunca antes  se habían podido ver –nuevos valores o rediciones-, mostradores pletóricos  con los autores y libros que soñamos. Entre miles de SMS, emails que leer, tuits,  blogs, digitales, whatsapp que leer, facebook que leer. Más no se puede leer. ¿Queda margen para libros, para cuáles, cuánto,  quiénes…?
Pero ahora estamos en una librería repleta  de mostradores titilantes, que alegran la vista con sus títulos y el cuidado de las ediciones,   tanto que elegir…  pero qué elegir ¿lo local? ¿Es acaso mejor, parecido, equiparable..?  Recuerdas algunos sesgos  y un amigo muy remilgado que decía: no son libros, son fotocopias (digital) fresadas  - offset: las grandes-, ni siquiera cosidas.
Donde no hay las tentaciones, realidad comparativa  ni las jerarquías rotundas de las librerías  es en  las presentaciones. Si no hay industria editorial tampoco puede haber ventas industriales ni mercado,  sino por goteo de familiares y amigos. Sencillamente no existe  demanda/ lector. No es lo mismo que la Administración  compre 150 libros (uno compra 150 -va a depósitos) que 150 compren cada uno un libro. En este juego múltiple la Administración financia lo que luego va a comprar. Un círculo perfecto de doble pago. En miles de páginas, en decenas de encuentros ni una sola vez encontraremos la palabra mercado ni demanda ni industria. Se fabula desde la fabulación. La ficción precede.
Se está en todo momento fuera del mercado y la demanda, ni asomo de algo que pudiera  tomarse  como industria editorial, y solo  mantenida artificialmente  por el dinero público, pero actuando, hablando y simulando que existe mercado y jugando a  escala de las grandes editoriales, con  agentes, fenómenos literarios, potentes contratos,  escritores rifados por editores agradecidos por todo lo que les dan a ganar.
 6.000 lectores, una cifra razonable: creo que Juan Manuel de Prada a día de hoy.  Moderación ahora de quien vendió mucho.  Dato nada importante, que por supuesto no afecta al juego general.
Esa es la verdadera ficción de nuestra literatura, la gran fábula, el mayor simulacro. La impostura, aunque  sumamente  inocente. Un  juego muy tierno que no hace daño a nadie.  Un montaje en el que participan muchos, porque ese es el marco de comprensión de siempre. 30, 40, 50…libros vendidos.  Pero les  oyes hablar y parece que están en  el mercado y son cotizadísimos. “Mi editor”,  y la gente gira la cabeza,  no dicen mi “agente literario”…  y la gente trata ahora de reconocerles…-  en un  bonito juego en torno a alguna decena  de libros vendidos  el día de la presentación, porque ahí acaba normalmente la fiesta. Un chirrido inocuo. 
Más adelante podemos debatir sobre cuántos libros –y por supuesto calcular y cuantificar- se han de vender en una editorial no subvencionada, -es más que  posible calcularlo- y ver cuantos autores pueden interesar a la gran  editorial. Creo que poquísimos. ¿Cuántos libros  habrá que vender  para tener una mínima ganancia...? Son muchos. Muchos. No son 30 ni 100 ni siquiera  500, tampoco mil. ¡Pero quién los vende!   Sin contar bestseller  (prefiero los de 50), tengo muy pocos nombres. Ya estamos completamente fuera  sin remisión de la edición, en  órbita estratosférica. El juego parece que ahora sí puede verse afectado. Un mundo que desaparece por completo, jugando.
Pero las fórmulas nuevas  se multiplican, la crisis acucia a todos, la profesionalización, los acuerdos, la  cooperación entre agentes se fundan en  la creatividad y la colaboración: un mundo radicalmente nuevo donde la incidencia tecnológica es suprema. 
Nunca como ahora han sido mayores las  oportunidades,  la elección de objetivos, el conocimiento de lo que se hace por las tecnologías  de difusión, e incluso el reconocimiento. Un manto de prejuicios  y fantasías impide verlo.

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