miércoles, febrero 22, 2012

El prólogo de El Sáhara como metarrelato


Prólogo de Eguiar Lizundia*
 Pocas causas generan en España tanta adhesión y unanimidad como el conflicto saharaui. Ni siquiera la animadversión a Israel es equiparable a la solidaridad con la ex colonia, una vez que la derecha española ha abandonado casi por completo su  secular antisemitismo.  En el caso del Sáhara, no hay duda de quiénes son los buenos y malos, quiénes los culpables y cuál la solución. Existe poca o nula discrepancia en el diagnóstico y la prescripción de recetas, y la habitual confrontación patria que caracteriza cualquier análisis de la realidad es disipada por una comunión de juicios inédita en nuestro país. Periodistas, ex militares, historiadores, novelistas y comentaristas de toda condición cuentan la misma historia de oprobiosa cesión e incumplimiento de obligaciones internacionales por parte de España, y de ominosa ocupación marroquí. El Frente Polisario es idealizado y presentado exclusivamente como una víctima de la traición española y el colonialismo de Marruecos y Mauritania, sin ser casi objeto de revisión o crítica. Los saharauis son ensalzados como un valiente y resistente pueblo embarcado en una épica lucha contra el invasor extranjero y la negligente comunidad internacional.
Quizá más sorprendente es el hecho de que esta narrativa ha sido asumida y legitimada internacionalmente por los estudiosos del Sáhara en tanto que “última colonia africana” o ejemplo de conflicto “estancado”.  Y no solamente en el romantizante ámbito francófono, pero también en el mundo—mucho más científico y empirista—anglosajón.  Los autores de los dos libros más relevantes en lengua inglesa sobre el Sáhara que se han publicado recientemente, Toby Shelly y  Erik Jensen,  no disputan el marco totalizador establecido por los que han escrito al respecto en español. Más centrados en cuestiones de derecho internacional y humanitarias los primeros que los segundos—muchos tan embebidos de la epopeya saharaui que ni siquiera disimulan cientificidad alguna—, todos  presentan un enfoque similar y tratan la cuestión de  manera semejante. Al listado pormenorizado de los hechos históricos, les siguen conclusiones que parecen inevitables. Como si la Historia se tratase de una ciencia exacta cuyos resultados pudiesen ser verificados en laboratorios, estos estudiosos citan y repasan acontecimientos hasta el hastío en lugar de analizarlos en profundidad. ¿Para qué cuestionar, plantear contrafactuales, indagar en las motivaciones y opciones de los actores implicados, si el estudio de los hechos pasados ofrece una respuesta cómoda y absoluta, una narración coherente y aparentemente convincente del conflicto saharaui que explica de manera simple los acontecimientos y fija las condiciones de  víctimas y verdugos,  amigos y cómplices?
El presente ensayo de José María Lizundia constituye una impugnación de este discurso multiabarcador y universalizante. El Sáhara como metarrelato recupera para el análisis del conflicto saharaui las categorías históricas y políticas, los marcos ideológicos y conceptuales que el caso merece. La idea de nacionalismo, la descolonización del Norte de África, las especificidades objetivas del “pueblo saharaui”, el derecho de autodeterminación y las dinámicas particulares del tardofranquismo español son solo algunas de las variables con las que juega el autor, quien hace interactuar estos factores libremente, sin prejuicios, con miras a ofrecer una visión esta vez sí crítica, no preconcebida, de la cuestión saharaui.
La consecuencia de ese ejercicio intelectual es la refutación de la panoplia de lugares comunes que rodean el discurso oficial sobre el Sáhara. Desde el alcance de la responsabilidad de España en el actual estatus de la ex colonia, hasta la supuesta larga historia independentista de los saharauis,  pasando por el carácter democrático y fraternal de la RASD, Lizundia cuestiona la “Arcadia feliz” descrita por los estudiosos de ese territorio africano, que no sería en realidad sino la enésima epopeya travestida y manipulada para satisfacer los anhelos de los héroes de causas ajenas.
Sin la beligerancia a la que nos tiene acostumbrados, Lizundia sacrifica la ortodoxia académica y el puntillismo documental en aras de la argumentación y la enhebración de ideas, que esta vez más que nunca son presentadas de manera sucinta, pero con una claridad deslumbrante que deja al lector con la sensación de que el estudio del Sáhara había sido hasta ahora patrimonio exclusivo de una colección de propagandistas o ignorantes, pues no es posible que lo que es cristalino haya sido empañado con el humo de las hogueras de los campamentos de Tinduf durante tanto tiempo, por tantos.  Quizá tenga que ver el hecho de que hasta la fecha el conflicto saharaui apenas haya sido objeto de estudio por profesores de universidad españoles y extranjeros—a  los que se les presume cierto espíritu crítico—, pero  considerando la dimensión internacional del caso, ¿cómo explicarse el escaso interés académico que ha suscitado el tema tanto en España como en el resto del mundo?
La clave, una vez más está en el metarrelato. Un metarrelato que “cuenta la historia de los saharauis como alguna vez quedó explicada para siempre”. Un metarrelato que una vez más presenta una narración maniquea, simplista, archiconocida y, si se me permite, hasta aburrida.  Que sitúa a los saharauis como un sujeto pasivo y dependiente de sus patrocinadores españoles e internacionales. Que rezuma, bajo la excusa del arrepentimiento y propósito de enmienda, un tufillo plañidero e hipócrita. Y que no persigue entender las razones del conflicto, sino atribuir culpas y méritos.
El Sáhara como metarrelato es una rebelión contra todo esto.
Septiembre de 2011, Washington, DC

* http://www.linkedin.com/pub/eguiar-lizundia/37/461/952

Este prólogo sale hoy publicado en el suplemento cultural El Perseguidor de Diario de Avisos, que dirige Eduardo García Rojas.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

hubiera sido más correcto "sin la beligerancia a la que os tenemos acustumbrados".

saludos.

E. C.

Anónimo dijo...

¡ Ñó! ¡Qué buen artículo/prólogo!

Y ahora para el dueño del blog: ¿No es verdad que antes de empezar a acumular metros de libros sobre el Sáhara, usted ya sabía que iba a arremeter sobre lo (correctamente) establecido en relación al Sáhara?

Esos metros de libros son su cañón, polvora y metralla pero usted ya era dinamitador de pensamiento dominante y/o luchador contra lo correcto; sea el nacionalismo, el progresismo o al saharaismo.


Salu2 y siga usted en la brecha.
EDH

Anónimo dijo...

¿Cómo conseguir este libro desde Chile?

Este prólogo es sumamente prometedor.