Llevo oyendo a algunos –hace poco a una funcionaria- mostrar su indomeñable talante crítico afirmando enérgicos que no van a votar ni al PSO ni al PP, ni a los que han gobernado ni a los que en absoluto han podido hacerlo. Es un dato a tener en cuenta, significativo, más allá de lo político. Es curioso. La política es un terreno para la invasión de afectos, pasiones y magníficas sublimaciones. Las pasiones se trasvisten de racionalidad y argumentos, de razones, sí. El 15-M se extiende por otros medios. ¡Eran tantos sus simpatizantes! Ni al PSE ni al PP, es decir: no al sistema, bueno sí, a uno multipolar y abierto. El panorama podría ponerse interesante. Por fin hay datos a la altura de un país sediento de chivos expiatorios, de inconformismo ante eventuales reparaciones o soluciones menores, y ávido de soluciones en verdad salvíficas. Saben lo que se les vine encima y se saben poco japoneses, nada alemanes, tampoco anglosajones.
Evidentemente a estos antisistema lights y burgueses que aplican responsabilidades tan amplias, les gustaría un conductor que les pudiera satisfacer, ¡GarzóN!, entre tanto quizá se dispongan a castigar todas las sombras concretas de sus frustraciones. No conocen a los mercados, no tienen corporeidad, imagen ni nombres. Se resignan, necesitan abarcar a los causantes de su decepción y frustraciones, contra el padre y la madre. Es una apuesta inconsciente por el fraccionamiento, la alternativa difusa y aleatoria, punitiva, por elementos de desorden de donde pueda surgir el verdadero orden. ¿Una secreta aspiración, el anhelo inconsciente?
Con el PP y con el PSOE antes que con el pueblo y su terribles instintos.
Bueno, son cosas mías sin demasiada importancia.
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