La modernidad es invocable y artística, conecta con el güisquito y una clase media ávida de cierta distinción (cultural, que entra dentro de sus posibilidades); la modernidad ha sido estilo y somnnolencia local, de café y club, capaz de exhibir unos lazos cosmopolitas que solo se podían dar en el arte –es hora de asumir limitaciones o al menos un poco de autocrítica- y al atardecer.
La modernización es otra cosa, más matutina, empírica y de naturaleza material. En España y en las islas una cosa muy rara. No resultó así para el pequeño grupo de ingenieros industriales, que sin saltarse la modernidad (generalmente muy inocua) optaron por lo imposible: la modernización del país, lo que no se les reconocerá en las próximas décadas, ya que estamos sobreabundados de poesía. Es nuestro mundo benigno del atardecer hecho playa (y libro más o menos lírico)
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