Así como la Princesa Diana me parecía insufrible y me hacía bostezar solo verla, siempre he admirado al Príncipe Charles –menos en su bizantino gusto arquitectónico antimoderno (parecía salido del programa La Puerta)- un tipo afable, simpático, muy educado, un James Bond retirado, ocurrente, con infinito sentido del humor, un británico de pura raza como un pura sangre de Ascot. Un estar en el mundo, un valor solo griego y británico.
Desde aquí mis felicitaciones a la Familia real británica, siempre preferible –y completamente inocua y democrática- a sus inicuos imitadores en Venezuela, Nicaragua, Cuba, Siria, Corea del norte, Libia, Argentina… del republicanismo de génesis Napoleón en Notre Dame pintado por Jaques Louis David.
Me tengo, en mi fuero interno, por un especialista del Sáhara, diré mejor me tenía, creía que con 24 libros leídos, tantos como de Peter Handke, Ernest Jünger, Octavio Paz.. y conocimientos laterales podía ser alguien mínimamente solvente, un especialista, alguien con ideas que ha reflexionado desde el conocimiento. No desde el té, el turbante y demás ceremonias solidarias, solo secundariamente fotogénicas, ¡Hola! mediante por testigo.
Ahora sé que no, puro diletantismo, un aficionadillo indocumentado. Ese soy yo. Nadie con 52 cm, me refiero al asunto intelectual, es mínimamente solvente. Aunque quede muy lejano ya y no me acuerde bien, sobre tema vascongado alcancé muchos más, para saber después de Vasca Cultura que no tenía nada más que decir, que es lo que afortunadamente me ocurre siempre.
Me da igual que las pandis de amistosos con el Sáhara –hay que diferenciar a sangre entre los saharauis y los aburridos de la opulencia necesitados de Causa-, esa medalla de barrio, vecindario o televisión, computen su conocimientos por milímetros. No de turbantes ni de cintas o rollos de cine de festivales en Tinduf, ad maiorem gloria ego, y otros eventos estéticos, en que son larguilineos.
No he parado la semana santa con los 52 cm, en realidad he estado comprometido con el último que es de unos 2,5 cm. No lo he medido. Me tropiezo con cosas sorprendentes. En la narrativa del Sáhara faltan hechos, no es ni siquiera cuestión de valoraciones y juicios, sino cuestión cognitiva. Algo que ya sabía y algo que lo cuenta la autora de un buen libro sobre el Sáhara. Se celebraron en la Casa Encendida de Madrid unas jornadas sobre África, con un programa por países. La asistencia era mínima, salvo cuando tocó el Sáhara que la casa se encendió y por poco incendió de ganas y fervor. A esta autora ,por lo demás frecuentadora de Tinduf, le sorprendió el nulo interés por conocer la realidad del Sáhara (no la realidad del suministro lácteo ni toneladas de azúcar remitidos), cuenta la autora que a la ambiciosa ignorancia se sumaban tontas creencias como que cuando la ocupación del Sáhara había tal censura que nadie se enteró (el noble pueblo español). Las habituales sublimaciones del inagotable caudal de religiosidad hispánica. Esa subrogación, transacción y fusión de catolicismo e izquierdismo, ese penoso fragor de fondo, del que sale, como la mala hierba, la mayoría social inevitable y el discurso hegemónico.
Salvo Jesús de Nazaret, hoy resucitado, que va por libre. Por Saint Andrews.
1 comentario:
Hola,
me gustaría invitarle a venir con nosotros:
http://blogs.cadenaser.com/la-script/2011/04/25/el-cine-vuelve-al-sahara/
un saludo de su amigo
W. Toledo.
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