Siempre he oído que todos los que escriben persiguen que les lean el mayor número de personas. Algo que ni entiendo ni me parece gran cosa.
La idea de gustar o atraer a muchas personas me resulta espeluznante desde, creo, que tengo uso de razón. Las mayorías, sus devociones, entusiasmos, gustos, moral, esponjosidad… lo normal es que no me gusten nada, y siempre ofrezca grandes resistencias a ellas. Recíprocamente doy por hecho que no les puedo interesar nada.
Las mayorías tienen el don de dar cauce siempre a lo más vulgar, fácil, populachero, previsible, instintivo, visceral, burdo, simple, primario, lo menos inteligente, lo más irresponsable, lo anti –individual, lo menos creativo , lo más bajo, tosco, egoísta, oportunista, al infame tándem amoralidad y/o moralismo, gregario, tribal, irracional, el ámbito en el que los más chusco y pedestre tiene sus grandes oportunidades y eclosiones.
Las mayorías tienen su correlato político en el Pueblo: el mayor asesino en serie en potencia de la historia. El Pueblo es la Gran Horda al momento de elaborar las coartadas para los crímenes susceptibles de perpetrar. Los agentes del Pueblo (el taxista de ayer, pero estaba tan zumbado...), los que se proclaman sus representantes, suelen ser bípedos a lo más de inteligencia animal, resentidos, torpes, oportunistas, semi analfabetos y con una vileza indomeñable.
A mí evidentemente me gustan las minorías, a poder ser de uno.
Puedo entender a los escritores que desde niños solo quisieron ser escritores, y evidentemente, supeditado el hondo deseo al fin, consiguieron vivir de ello. Las más prematuras fantasías fueron destinadas a conmover al mundo y a la cuenta de resultados.
Fuera de estos casos, interesar a grandes segmentos supone torcer los motivos o necesidades de las propias iniciativas. Cómo asentir el estímulo de la empatía con las mayorías, en qué lenguaje, sobre qué, en base a qué vínculos, ideas, emociones…
En el blog por ejemplo, no he parado de quitarme potenciales lectores de encima, utilizando diferentes procedimientos y motivos. Pequeños sectores enteros. Otro día lo sistematizo.
5 comentarios:
Nos entra la curiosidad por saber lo que pasó con el taxista, el relato de los hechos, donde no importa tanto si es vulgar o amanerado, fácil o retorcido, populachero o repipi, previsible u oscuro, instintivo o racionaloide, tosco o alambicado, sino otras categorías, que tú tan bien sabes dominar y por las que tus innumerables hemos aprendido a quererte, desde estas yermas bajuras. Un abrazo con signo de griegas en la ciudad vertical.
No se preocupe... nadie, medianamente inteligente, lo lee.
"Las mayorías tienen el don de dar cauce siempre a lo más vulgar, fácil, populachero, previsible, instintivo, visceral, burdo, simple, primario, lo menos inteligente, lo más irresponsable, lo anti –individual, lo menos creativo , lo más bajo, tosco, egoísta, oportunista, al infame tándem amoralidad y/o moralismo, gregario, tribal, irracional, el ámbito en el que los más chusco y pedestre tiene sus grandes oportunidades y eclosiones."
Gracias por definir tan a la perfección mi blog.
Y sin embargo publicas, y algunos te leen, y tú lo celebras (creo). Prefiero, como J., saber más del taxista, aunque no haya habido servilleta de por medio.
Soy un seguidor del blog de el señor Castellano y hasta hace un mes escuchaba un maravilloso programa que se llamaba La Puerta. Es una lástima que esté usted ahora, junto con el que denomina su hermano, privándonos del placer de escuchar a contertulios como Juan Royo o Charlín. No obstante, muchas gracias (sinceras) por publicar mis comentarios. Me llamo Juan Ramón Pérez y soy de San Andrés.
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