jueves, octubre 07, 2010

Vargas Llosa, un Nobel revolucionario

Entre los méritos que ha valorado la Academia Sueca para concederle el nobel a Vargas Llosa se citan los temas que han atraído su interés literario y así se da cuenta de las revueltas, las pulsiones del poder, la política… que surten su obra.


Algunos domingos por la noche suelo leer sus artículos en El País, en los que siempre encuentro rigor, convicciones profundas y análisis personal, máxima calidad literaria, el esfuerzo periodístico de la documentación y el conocimiento concreto, y una argumentación eficaz, bella y persuasiva.


Los fabuladores, novelistas y poetas cuando se embarcan en ensayos suelen ser guiados por las intuiciones y emociones que  ordenan y explican la tesis o reflexión pretendida. El objeto queda muchas veces tan embridado a la forma que lo anula. Las ideas son comidas por las metáforas o por el relampagueo de las palabras: las verdaderas protagonistas. Algo muy distinto ocurren con los intelectuales, quienes apuestan por las ideas, la reflexión personal y la crítica conforme a los esquemas y pautas del pensamiento. Las ideas no pueden quedar al albur de las sugerencias que sean capaces de ofrecer las fiestas y celebraciones de las palabras, por muy iridiscentes que luzcan.
Vargas Llosa es un verdadero intelectual, a pesar de ser un fabulador inmenso. Una rara avis.
Como intelectual que comprendió a Marx, se implicó en la praxis política, no bastaban las denuncias, y creyó que la dialéctica por fuerza tenía que aprender de las contradicciones que se iban generando. No conozco a ningún sólo referente político o intelectual de mi juventud que no evolucionara, y atrás quedaron los que nada aprendieron, los noqueados y sonámbulos, de pedernal y trasnochados.

Vargas Llosa fue de los primeros, tras abrazar aquella promesa mesiánica del castrismo, en comprobar su inmensa ruina, que poco después se tornaría literal y estremecedora y mucho más sórdida.


El subcontinente hispanoamericano es, sin comparación posible, la patria mundial del percusionismo plañidero, del victimismo, de las soluciones mágicas, del culto delirante a la irresponsabilidad colectiva e individual, de los inventos mesiánicos y totalitarios, de los atajos, de los umbrales más promisorios y adánicos, una patria irresignada a los valores y ritmos de las reformas, la corrupción rampante, las apuestas a medio o largo plazo por medio del esfuerzo y sacrificio. Estos últimos valores se emplean cuando se emigra, cuando uno se ha puesto a buen recaudo de su propio ambiente e influjo.


Vargas Llosa osó pronunciarse a favor del liberalismo en Perú. ¿Y el imperialismo, Mario, la gran lacra, el agente motor del destino sudamericano, la voluntad que ha aherrojado el progreso latinoamericano, Mario?  ¿Es que acaso no podemos concebir el progreso sudamericano sin el imperialismo yanqui? Sería tan distinto todo, tan cotidianamente dispar. Muy seguramente.

QUE VIVA EL IMPERIALISMO AMERICANO, LA ÚNICA RELIGIÓN (el anti-imperialismo) QUE LE QUEDA AL SUBCONTINENTE DELIRANTEMENTE RELIGIOSO, LA QUE NUTRE EL INFINITO VICTIMISMO LATINOAMERICANO, LA QUE GARANTIZA LA MÁS FURIBUNDA IRRESPONSABILIDAD INDIVIDUAL Y COLECTIVA.


Que viva el imperialismo yanqui, sólo su conjuro profético puede retrasar el regreso al estado de naturaleza, al crimen diario, la anomia, la autodestrucción masiva. Tratan de recuperar los peores augurios de Hobbes, Hobbes solo es posible en Sudamérica, en ello están.
El sudamericano ya es un killer para el propio sudamericanos, se asesinan y se roban por sus calles, palzas, estaciones como ni lo hizo el mítico imperialismo, ni tampoco  mayas, aztecas o españoles. De aquí que la lucha anti- imperialista deba continuar, al menos es el único ambito en el que desde hace ya muchas décadas no hay un solo muerto ni herido.

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