Organizado por la Cámara de Comercio de España, cada año se presenta a una Comunidad autónoma española en Washington con el objetivo de favorecer la actividad económica entre ellas y el mundo de negocios americano.
Ayer noche y mientras E. esperaba en el aeropuerto de Chicago a que le fueran a recoger unos amigos, llamó a casa. Al poco
-Oye, que tal con Paulino (Rivero)
- El estado de las autonomías resulta un tanto grotesco, ¡qué gente accede al poder! Paulino tiene aún menos carisma que el que ofrece en los medios y también es más bajo. Aburrido crónico y con cara de cansado lo poco que hablé con él se lo tuve que sacar, lo contrario a los políticos que aparecen por aquí. Menos mal que llegaron unas mujeres a saludarle. La Infanta Cristina debió estar, pero no la ví.
Me encontré con A. en la embajada, -hermano de su amigo C y que trabaja en un banco internacional de Washington; por cierto, el 3 de noviembre va la televisión automática canaria a grabarles para el programa Canarios por el mundo, en el que saldrán los dos- y a la vista de lo que ocurría le comenté que no tendría que ser muy incitante trabajar para ellos, cuando A. asintiendo y cabreado me dice que observe, en el video sobre Canarias que se está emitiendo, todas las faltas de ortografía de la traducción superpuesta en inglés.
Bueno, y la comida…La ropa vieja ni se podía comer, luego la crema de gofio con (no se qué)…debían ser aquellas pelotas de gofio que la gente escupía en el TEA.
Imaginaba el chirrido que han de producir todos los engendros regionales inventados, volcados a lo más tosco e imaginario de su pasado, cuando son confrontados en ámbitos cosmopolitas.
En la embajada -me contó E.- ondeaban las dos banderas (española y canaria), al modo de liturgia gran imperio que dispuso Zapatero para la Moncloa, era todo un espectáculo grotesco, de nuevo rico zafio, auto ornamentado y decorado con oros venezolanos y falsos rubíes. El nuevo imperio español, esa gran farsa de imperio austrohúngaro de naciones. Pero también esa España eterna petulante, amiga de aparentar, hidalga y sumamente ineficaz, ostentosa de blasones y genealogías –ahora la pureza de la estirpe la marca cada Pueblo a cuál más natural y auténtico, con acervo de sagrario-, parasitaria, la España de casino, botijo y mucha autoridad (ahora con policía que rinda honores: los símbolos netos de la autoridad), la España perfecta de caciques y castas que por fin han logrado, su medida natural, al volver a implantarla, por medio de los gobiernos con espíritu de casino que rigen en cada feudo.
Parece ser que el gobierno canario barajó lo que podía ofrecer al mundo de negocios yanqui, y pensó evidentemente en lo menos comercial o financieramente pujante y competitivo, por lo que se fijó en las ONG americanas (serán, sin fines de lucro, de nuestro estilo, debieron pensar, con cargo a la Fundación Rockefeller y a ver si cae algo) y les ofreció instalarse en Canarias y coordinar desde aquí sus misiones en África. Es decir pasar a llevar una vida muelle y burocrática, a distancia de África en esta tierra opulenta de la Unión europea, una vez les hubieran seducido con el sesteante instinto de casino y el lema: ¡para qué ir a África si lo podéis eludir y amagar!
Eso es lo que haría y concibe el gobierno de Canarias, ese es su horizonte de creatividad económica, de pequeña oligarquía esponja y emprendora: cobrarles de lo lindo a las ONG el alquiler de algún palacio en la Rambla.
El planteamiento gubernamental supone no conocer, más allá de la espléndida romería de San Benito, distintos países y culturas, distintas organizaciones sociales, distinto espíritu y el mundo.
No había que acudir a fórmulas alambicadas, porque todo era mucho más sencillo, se trata de poner el cazo como siempre y luego presumir de subsidiado eficaz y competitivo.
Se me acaba de ocurrir lo peor ¿con este asunto extraño de las ONG no estarían pensando en ellas pero para nosotros, y pasarles parte de la sanidad y la agricultura, por ejemplo?
1 comentario:
El estado de las autonomías deviene en desigualdad entre españoles, ha favorecido el establecimiento de una casta que no se va a ir ni con agua hirviendo y es ineficaz.
Todo, en la línea de nuestras esencias patrias de aldeanismo y sería perdonable si no fuera porque encima es un Estado muy caro de mantener.
Vamos, el lujo de los paletos.
Salu2,
EDH.
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