No me apesadumbra meterme entre pecho y espada las más de 600 páginas de la biografía de Rafael Sánchez Ferlosio -durante su lectura trato de olvidar que era tío de Máximo Pradera, el graciosillo calabaza-. La prosa en español más vibrante, la sintáxis perfecta, el más bello canon. El hombre de letras con vuelo de águila.
En las Memorias no se ve tanto, claro, solo en alguna parrafada y cartas a los mandos militares en África. Hijo de Rafael Sánchez Mazas poeta y escritor insigne, repopularizado por Javier Cercas en Soldados de Salamina, donde cuenta su fusilamiento por las otras hordas, las republicanas. Su padre fue uno de los fundadores de Falange y miembro destacado de la corte literaria de José Antonio Primo de Rivera.
Franco le hizo ministro, pero era tal su desinterés, que terminó quitándole la silla del Consejo de ministros. parece que alguno pasó de pie, hasta que el general le dijo sonriente que su presencia no era necesaria. Biencasado con italiana muy rica, bienheredó un palacio en Coria de pariente lejano.
Dejemos a la cumbre más alta de la prosa española. Salía con zapatillas a la calle y en pijama. Iba tan andrajoso a Coria que loa niños le tiraban piedras, como si ellos fueran los escritores. Nunca me ha interesado nada lo que escribe Ferlosio ni ninguna de sus ideas, pero se lee por cómo escribe de celestial y su extravagancia innata, pinta de maldito pero no lo es.
J. Benito Fernández es el autor de la biografía en la que él se abstuvo de cualquier tipo de colaboración. Pues así y todo le salieron 600 páginas. Que no hubiera sido aquello si colabora.
Este biografo también lo es de dos malditos: Leopoldo María Panero y Eduardo Haro Ivars, hijo del exfranquista de impulso hagiográfico y censor, hasta que cambió de chaqueta, Eduardo Haro Teglen.
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