domingo, noviembre 12, 2017

Chiquito/Wittgenstein

Según mi hermano son parte de las fotos oficiales, hubo un fotógrafo que no paró en su conferencia sobre Wagner (¡sobre quién si no!). Él, el hipster Arturo y su ladino servidor.
Pude perfectamente haber sido un gay porque nunca me identificaba con lo mayoritario, que me repelía. A mi amigo íntimo de cuando tenía 9, 10 años  le divertía leer, el fútbol, el cine. Yo leía cosas vascas que me producían nostalgia a una edad que es muy difícil poder  tenerla, lo que no deja de tener mérito, pero no me entretenía Salgari y otros clásicos, que mi amigo devoraba (se hizo doctor y seguro que todo lo que ha leído ha sido de niño), jugábamos a las canicas-fútbol y mi equipo era la Real Sociedad de San Sebastián en lugar del Athletic. Tenía como más pureza vasca Guipúzcoa. El cine me daba miedo, las películas de romanos y aventuras me parecía auténticas tragedias inhumanas. Me sigue dando. Tengo un concepto amplísimo de miedo, entra casi todo, no así las películas de guerra (la verdad es que la guerra siempre me ha atraído mucho, tengo la frustración muy imaginaria de no haber estado en la de Vietnam, que es la que me correspondía de haber sido californiano,  ya lo he contado), que me encantan si son de americanos. Ayer mismo me dijo XY: a ti que te pasa ¿Qué te daba miedo el cien de niño?
-Correcto.
En mi adolescencia se puso de moda uno que salía por televisión vestido de marinerito y que decía una de esas frases que luego todos repiten, me entraban nauseas, yo jamás las decía. Lo que las masas, multitudes, chusma repetían y reían yo  deploraba. Siempre ha sido así. De rebote el gusto y preferencias populares siempre rechazo, además con razón. Alguna excepción habrá.
Llegó Chiquito de la Calzada y antes que verle a él, oí a sus émulos reírse de sus gracias, remedar voces, imitar gestos, pasos… ¡cómorr…! que repetían, a lo que por  su talento jamás llegarían. Que los más sosos, aburridos, achatados, desleídos, seriados, prosaicos, manufacturados hasta morir, celebrasen aquello, me ponía enfermo. Consecuencia: lo desprecié.
Le fui prestando atención, y  le iba diferenciando de gregarios, banales, rebaño… hasta que lo   entronicé como un  tipo hiper original y absurdo, asaltante del lenguaje, debelador del sentido lingüístico, connotación y denotación, que el chiste fuera la excusa para todo ello -¡pobres cuentachistes de fiestas de empresa!- me asombraba: Chiquito/ Wittgenstein.
A Chiquito le vi dos veces en Málaga, una hace 13 ó 14 años, creo que en su barriada, a bordo de un Mercedes, y la otra también en Malacitania en la terraza de un bar.
A modo de diario, estoy convulso con mi cuarto libro del Sáhara, excitado. Marcha. Iluminaciones, relámpagos, encendidos…
En el artículo de debajo de E del The Washington Institute, aparece grafía árabe, arriba. Como aquí a la derecha en el blog. Qué arabización, sobre lo que estoy escribiendo. Él es especialista internacional en la lucha contra la corrupción. Ahí fue Túnez.
Ha llamado a la hora de comer desde el aeropuerto Dulles de Washington, volvía a Paraguay, escala en Panamá, de allí a Argentina. Hemos tenido una conversación chispeante.  

No hay comentarios: