Según mi hermano son parte de las fotos oficiales, hubo un fotógrafo que no paró en su conferencia sobre Wagner (¡sobre quién si no!). Él, el hipster Arturo y su ladino servidor.
Pude perfectamente haber sido un gay porque nunca me
identificaba con lo mayoritario, que me repelía. A mi amigo íntimo de cuando
tenía 9, 10 años le divertía leer, el
fútbol, el cine. Yo leía cosas vascas que me producían nostalgia a una edad que
es muy difícil poder tenerla, lo que no
deja de tener mérito, pero no me entretenía Salgari y otros clásicos, que mi
amigo devoraba (se hizo doctor y seguro que todo lo que ha leído ha sido de
niño), jugábamos a las canicas-fútbol y mi equipo era la Real Sociedad de San
Sebastián en lugar del Athletic. Tenía como más pureza vasca Guipúzcoa. El cine
me daba miedo, las películas de romanos y aventuras me parecía auténticas
tragedias inhumanas. Me sigue dando. Tengo un concepto amplísimo de miedo,
entra casi todo, no así las películas de guerra (la verdad es que la guerra
siempre me ha atraído mucho, tengo la frustración muy imaginaria de no haber
estado en la de Vietnam, que es la que me correspondía de haber sido californiano, ya lo he contado), que me encantan si son de americanos. Ayer mismo me dijo XY: a ti que te pasa ¿Qué te daba miedo el cien de niño?
-Correcto.
En mi adolescencia se puso de moda uno que salía por televisión
vestido de marinerito y que decía una de esas frases que luego todos repiten,
me entraban nauseas, yo jamás las decía. Lo que las masas, multitudes, chusma
repetían y reían yo deploraba. Siempre
ha sido así. De rebote el gusto y preferencias populares siempre rechazo,
además con razón. Alguna excepción habrá.
Llegó Chiquito de la Calzada y antes que verle a él, oí a
sus émulos reírse de sus gracias, remedar voces, imitar gestos, pasos…
¡cómorr…! que repetían, a lo que por su
talento jamás llegarían. Que los más sosos, aburridos, achatados, desleídos,
seriados, prosaicos, manufacturados hasta morir, celebrasen aquello, me ponía
enfermo. Consecuencia: lo desprecié.
Le fui prestando atención, y
le iba diferenciando de gregarios, banales, rebaño… hasta que lo entronicé como un tipo hiper original y absurdo, asaltante del
lenguaje, debelador del sentido lingüístico, connotación y denotación, que el
chiste fuera la excusa para todo ello -¡pobres cuentachistes de fiestas de
empresa!- me asombraba: Chiquito/ Wittgenstein.
A Chiquito le vi dos veces en Málaga, una hace 13 ó 14 años,
creo que en su barriada, a bordo de un Mercedes, y la otra también en Malacitania
en la terraza de un bar.
A modo de diario, estoy convulso con mi cuarto libro del
Sáhara, excitado. Marcha. Iluminaciones, relámpagos, encendidos…
En el artículo de debajo de E del The Washington Institute,
aparece grafía árabe, arriba. Como aquí a la derecha en el blog. Qué arabización, sobre lo que estoy escribiendo. Él es
especialista internacional en la lucha contra la corrupción. Ahí fue Túnez.
Ha llamado a la hora de comer desde el aeropuerto Dulles de
Washington, volvía a Paraguay, escala en Panamá, de allí a Argentina. Hemos
tenido una conversación chispeante.
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