El pasado martes
regresó XY de Barcelona. Le cuento
algunas insidias que me han llegado de mundos a los que ya no pertenezco para plenitud
y nirvana mío. Me dice: tienes que caer
mal a bastante gente, te expones mucho: el
blog (nada dice de artículos, libros…) Me veo obligado a precisar: más las habilidades que soy
capaz de desplegar en el cara a cara,
con mi displicencia, no saludar,
vaciles, causticidad, provocaciones, enfrentamientos, frontalidad… Por tanto ya
vengo dado con un punto activo, de apoyo, palanca, catapulta, nido de
ametralladoras… Sin embargo según una
amiga mía no paro de encantar a
las mujeres y lo dice completamente en
serio, como si tuviera ese don, ahora
ha añadido que también a algún
hombre. Jamás pensé que podría oír algo
tan inaudito y simpático (gracioso) sobre
mí.
Tengo plena conciencia de que la exposición es un acto algo extremo
(en una sociedad de timoratos) de traerte sin cuidado el pensamiento y juicios del prójimo. Yo como los escritores vivo en mi
mundo que es al que realmente pertenezco, y no a ninguno social o profesional,
y con mi exposición básicamente lo que se produce es un acto de mucha
desconsideración general. La máxima -es
su gran presupuesto- y más impersonal.
Nadie cuenta, pero no voy contra nadie en concreto (salvo cuando sí) o contra todos de manera previa e indefinida. Lo que
pienso y digo no está sujeto o a expensas de valoraciones. Con otra
diferencia, que estoy muy conforme y seguro de lo que digo. Fluye, como el Guadalquivir.
Lo confieso, no creo que
podría vivir sin amigos, pero sin
enemigos de clase tampoco. Incluso menos. Alguien que se expone es alguien libre,
al que opinión común, contextos, juicios de terceros no pueden
importarle mucho. Me ha dado mucha libertad y satisfacción el blog, me
ha conducido a una ajenidad social magnífica. Pienso: he madurado totalmente,
por fin “soy el que soy” y muchísimo más que lo que pude imaginar en mi delirio más
ambicioso, que radicaban básicamente en el fracaso. La verdad que positivos no tuve apenas.
Del empeño de mi
madre con su máxima del “que dirá la
gente” a “la gente ya puede decir misa”,
es todo una avance, la realización de una vida. Es algo de escritores hablar
sobre uno mismo, desde el foco de la experiencia personal. Algo que la mayoría no hace, o
porque no sabe o no se atreve, sino es en un cuchicheo breve. O al inicio
del amor.
XY decía hace bastantes años, el rollo que sería volver a enamorarse y contar otra vez tu vida formada de acontecimientos fundamentales
y únicos. Qué aburrimiento.
El viernes bajé a Agapea, otra librería que ofrece huecos en
los estantes, libros apaisados, como en todas las librerías: declive, consigo
encontrar un libro de pesca en Mauritania –así ando-, luego quedo con mi
hermano en el que fuera nuestro Atlantic City. El sábado a Lemus, me encuentro
con uno de la profesión en la que trabajé,
y se disculpa por no ir a mi presenta,
no le digo nada, me lo encuentro todo el rato viendo libros, y dudo en decirlo
pero al final se lo digo, el libro lo tienes ahí, si te interesa. Salimos a la vez, no lo ha
comprado. Es curioso, dice de acudir a la presenta, de la que ni me acordaba,
pero no compra el libro, sería para verme y escucharme. Si lo llevas a las formas, sé coherente al menos. Estilo. Si
habláramos sobre el tema, con el que tampoco habría que discutir nada, yo sería
el que tendría todo que decir (cosas que ni ha oído ni oirá). Él a lo sumo
alguna tontería banal. Pero amigo, que a ti te va: elegancia, estilo, saber
estar. Según XY esto pasa aquí, pero no con los baskisch, pero dónde quedan
ya... Compro dos libros, uno sobre el reparto de África.
Hoy he quedado con mi hermano, quería caminar dos horas, en
el Atlántico (del Atlantic city al Atlántico bajo el mismo significante).
Fuerzo un poco y otra vez el gemelo, voy cojonudo, ¡a casa!, segunda vez, pasa el 014, la guaguasera , y lo he cogido
provisto de El País y Hola. Igual un decenio sin coger el colectivo.
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