Casi una hora hablando ayer con Indonesia, con rebotes en
Rumanía, Podemos complutense… Antes, en la ciudad, un señor advocat me dice que no fue
a mi presenta de Las ruinas del
sindicalismo porque tras dar muchas vueltas no pudo aparcar, y me habló con
mucho entusiasmo de mis artículos periodísticos y de su beligerancia. Mi prosa
debe ser antitética de la modestísima sindical, la planicie del vacío invasivo
y sin un solo cactus en el erial calcinado. Hombre, la exaltación de este señor
A, deja claro, que bueno, debo tener perfil.
Hace tiempo que no leo por mi libro del Sáhara. Es el libro
que más me está costando. Los mayores problemas son con el contenido, la
racionalidad y coherencia expositiva, las ideas en su desarrollo más congruente
y funcional. Se ha pensado. He cometido bastantes barbarismos. Frases que ni yo las entendía.
Llevo como 2 meses de correcciones.
También trato de cuidar la forma, que sea la mejor. Pero ya lo estoy acabando de corregir.
Mi trilogía del Sáhara, me di cuenta el otro día tiene una clara evolución en
su planteamiento. Son tres peldaños. Es lo que siempre pasa, uno va evolucionando y lo que en un
principio no veía termina viéndolo, y lo que no se hubiera atrevido a decir
termina por expresarlo. A mí se me da bien alguna cosa, como es mi capacidad crítica y analítica para
determinadas cosas o campos lógicamente. Pero tengo una propensión fabulosa, consecuencia de lo anterior, que es que llego a las cosas nunca expresadas. En
todo lo demás soy un desastre.
No es lo mismo moverse a ras de herrumbre sindical con
megáfonos y proclamas sincopadas, donde
ni su cuerpo técnico/intelectual orgánico tiene nada que decir (salvo odas, rezos, posados), que ante un
problema de trascendencia internacional y arrebato hispano. Con gente documentada.
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